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Supongo que hay infinitos puntos de partida posibles para una película. Una historia, algo que decir a través de ella, una parte de la misma solamente; el deseo de generar una emoción o un efecto concreto en el espectador; una imagen fundadora, un corte imaginado, un puñado de palabras, una canción incluso. En mi caso, al comienzo, algo de todo eso tengo dispuesto desordenadamente, a modo de collage, como elementos en cuyo diálogo futuro tengo fe. Pero lo que realmente me mueve a querer hacer una peli, al menos a día de hoy, es el deseo de agarrar un pedazo de la vida e intentar transportarlo hasta ese terreno misterioso que es el cine. No tanto imaginar una película para recrearla en la realidad posteriormente, sino tratar de extraer de la realidad una película. Trabajar a partir de “no-actores”, de personas que, aún en la ficción, sólo se interpreten a sí mismxs. No sé muy bien qué es ni qué hay exactamente en ese terreno fronterizo entre lo ficcional y lo real, pero sé que disfruto enormemente explorándolo.

Si para hacer una peli hace falta encontrar algún tipo de extraña fuerza primigenia, yo a día de hoy la encuentro en el deseo de grabar personas y lugares, y a esas personas en esos lugares, de cierta forma, haciendo cosas o no, hablando algunas veces, mientras transcurre el tiempo. Es cierto que primero, al filmar, reordenamos y retorcemos los elementos, para que esos pedazos de tiempo sean grabados de una cierta manera y no de otra; y que luego los intentamos pegar entre sí buscando que del choque entre ellos pueda surgir algún tipo de misterio (en eso, sobre todo, consiste el trabajo). Pero al principio es sólo el deseo de grabar a personas, a las que en cierta manera quiero o admiro, que me parecen bellas. Sus entornos, el de la comunidad y la cultura en la que viven, su ambiente. Un deseo instintivo de hincarme ante todo ello para tratar, en el fondo, de rendirle tributo, es lo que me mueve a hacer pelis.

Islabentura, en ese sentido, tiene un planteamiento perfecto para mí, y el empezar con una semana de documentación sobre el terreno fue la mejor de las aperturas. Aunque yo ya conozco la isla y al personaje, ir con el tiempo organizado, en contacto con la FilmCommission, poder acceder a sitios a los que no resulta fácil entrar, ver Lanzarote específicamente con ojos de escritura concreta… son el tipo de cosas que te hacen ir avanzando hacia el objetivo de escribir y rodar la película.

Lo otro, fundamental, es el apoyo recibido. Hacer cine es un camino largo, lento, desesperante algunas veces. Ir recibiendo este tipo de ayudas, más cuando se trata de laboratorios hechos con tantas ganas como este, así como el conocer a los tutores y compañerxs, el poder charlar con gente que anda en lo mismo que uno, es grato y reconfortante. Solo no puedes, con amigxs sí.

Hay una última cosa por la que estoy especialmente contento de que el proyecto haya arrancado en este laboratorio en concreto y por la que siento hacia él una especial simpatía, y es que me parece fundamental seguir dando pasos hacia la construcción de un ecosistema cinematográfico canario, que consiga parir proyectos que hablen de aquí, de una u otra forma; de estos ocho pedazos de tierra tan poco representados todavía. Que lleven con honestidad, de la manera que cada película encuentre, nuestra realidad a ese otro lugar que es la pantalla, donde las cosas no existen de la misma manera que aquí, en este mundo tangible, sino en otra dimensión sin la cual toda realidad, paradójicamente, parece no estar del todo completa. Quienes promueven y trabajan este proyecto, con tanto cariño, contribuyen sin duda a todo ello.