Estos días escucho en bucle una canción que repite en su estribillo “sería más fácil comenzar con la verdad” y eso voy a hacer.
La verdad es que prometí en una entrada que había aparcado la emoción y desterrado mis sentimientos, pero ha sido imposible y lo sabíamos todos, el gen palmero de María José se ha apoderado de mi cuerpo y mi cabeza.
Estoy sentado, delante de la pantalla del ordenador y lo que siento ahora mismo es vacío, un vacío, que, analizado en frío, es maravilloso porque significa que antes, en su lugar había algo enorme ocupándolo. Aterra pensar que no hay un próximo viaje, una próxima aventura, aterra simplemente pensar que esto haya llegado a su fin.
Siento vacío porque esta experiencia ha sido algo inexplicable e inesperado para mí. IsLABentura ha sido unos meses de aprendizaje, ha sido escribir un guion magnifico acompañado de un tutor sensacional, pero por encima de todo ha sido vida. Ha sido verdadera vida.
Por seguir con la sinceridad quería que acabase ya, o eso pensaba, estoy agotado y varias nubes negras están acercándose y hay que afrontarlas, pero bajo todas excusas está la verdadera causa. No sé decir adiós. De verdad, no soy capaz. Ya he mencionado muchas veces el pavor que me da esa palabra. No puedo decir adiós a esta gente.
Las personas que lean esto (entre ellos el padre de Sara, al que aprovecho para mandar un saludo) pensarán que estoy exagerando, pero no tienen ni una mínima aproximación de lo que estas personas pueden significar para mí.
Son talento, ganas, compañerismo, ingenio, humor, trabajo duro, dedicación, pasión, y un largo etcétera de atributos que definen a cada uno de ellos y ellas, pero, sobre todo, y por encima de absolutamente todo, son LUZ.
Luz en un camino que es duro, está plagado de obstáculos y mucha oscuridad. Pero en el que es imposible perderte si los tienes al lado, a todos y cada uno de ellos y ellas.
Me gustaría dar las gracias a Carolina, Almudena, Diana, Sara, Laura Martel, Laura Pérez, Fer, Juanjo, Nuria, Servando, Daute, Mercè y Aniagua una vez más, también a María José, Lorena y Natacha, a Jordi, un ángel de la guarda, y al resto de tutores. Al Cabildo de El Hierro por su ayuda infinita y a todas las personas que nos hemos encontrado en esta travesía maravillosa.
Por último, me gustaría agradecer a un pequeño supermercado en Tigaday, porque me ha dado todo esto, me ha dado ganas de creer en mí, de seguir contando historias y de transmitir, aunque sea un poco de lo que tengo en la cabeza (Ojalá incluido).
Y para ser del todo sinceros, me gustaría agradecer a Fer, el protagonista de mi película, que me ha enseñado que es posible comunicarnos con los que no están. El lleva veinte años escribiendo un diario a su difunta madre.
Un supermercado en Tigaday es la manera de seguir hablando con el mío veinte años después. Por eso sé que esto no termina aquí.
eremos pronto, seguro, pero queda mucho para llegar Al final de este viaje.
Larga vida a isLABentura.
Javier Morala.