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A lo largo de toda mi vida siempre he manifestado lo que pienso, sobre todo cuando tropiezo con aquello que siento injusto. Eso lo aprendí de mis padres que jamás se callaron. Sin embargo, en la adolescencia mi padre siempre me decía: Arima León, no vayas de abanderada de la causa porque los que están en la cabeza son los que peor lo pasan. Y no le faltaba razón.

A veces tratar de crear en la selva que es la industria cinematográfica resulta aterrador, como cuando una ola te coge desprevenida y te revuelca en la orilla hasta casi la asfixia. Pero igual que consigues un escondrijo para sobrevivir en la selva, sacas la cabeza del agua sin saber bien cómo. TIERRA, aunque situada en la aridez del sureste de Gran Canaria, bebe de esa fuerza atlántica. Porque esta historia sale de mis entrañas, de mi padre y de mi madre, de mis tías y mis abuelas, la cuento por todas aquellas personas que, a diferencia de mí, nunca pudieron gritar su opinión.

En la primera llamada que tuve con mi tutora, me dijo que mi película era “combativa”. No saben con qué profundidad me atravesó esa palabra, porque no solo daba sentido a TIERRA, sino también a mí misma. Llevaba toda la vida equivocada, yo nunca me he “manifestado”, yo siempre he COMBATIDO, y por esa razón no salgo a la calle sin mi cámara, porque el cine es mi terrero de lucha.