
Agosto en Madrid fue duro. Lo fue los últimos años, y este no iba a ser menos. Salir a la calle entre la una y las siete de la tarde era un acto suicida. Las noches se tuvieron que pasar cerca del ventilador, con los ojos abiertos como platos, esperando a que la temperatura bajase y el cuerpo se relajara para poder conciliar unas pocas horas de sueño. Se echaban de menos las plácidas noches de La Laguna, esa especie de bruma marina con la que las tardes daban paso a las noches. Se echaban mucho de menos.
Encerrado tras los gruesos muros de mi apartamento del centro de Madrid, con el aire acondicionado haciendo “respirable” el ambiente, el piloto de “Gregarias” fue avanzando. Agosto fue el mes de los pequeños detalles. Los detalles lo son todo. Los detalles marcan la diferencia entre lo bueno y lo excepcional. En un guion puede ser la réplica de un personaje, un gesto o simplemente un pequeño cambio en la estructura. Un trabajo de pulido y mejora que tenía que ser quirúrgico, delicado, preciso.
Fue un trabajo de lectura y reflexión, en el que trataba de encontrar los huecos del texto para rellenarlos con algún detalle que ayudara a enriquecer la narración, que ayudar a dotarla de profundidad, de coherencia o de realismo. Creo que los americanos lo llaman “planting”. Es una técnica por la cual estos pequeños gestos o detalles llenan de coherencia momentos posteriores de la trama, y en ocasiones generan un significado puramente visual, la esencia misma de la narración audiovisual.
Este proceso de acabado también tiene un riesgo, el de trabajar la narración más de lo debido y convertirla en algo retorcido, algo barroco, lo que suele conocerse como “pasarlo de rosca”. A los que somos perfeccionistas el tiempo nos puede jugar esta mala pasada.
Agosto también fue el mes de los favores. El mes de dejar que otros guionistas, amigos de confianza, leyesen la historia y dieran una visión nueva. Los comentarios de un lector externo, sobre todo si es un buen escritor, no tienen precio. Este primer “feedback” fue de muchísima ayuda. Alberto Iglesias González, uno de mis coguionistas habituales, localizó rápidamente algunos problemas. Por una parte, la conveniencia de llevar cuanto antes la historia hasta El Hierro y abreviar las escenas de planteamiento. Algo que tuvo una fácil solución tomando un atajo en la estructura y eliminando algunas partes que no eran estrictamente necesarias.
Alberto también localizó algunos pasajes donde había cierta tendencia al melodrama. Algo que se solucionó matizando varios diálogos, quizás demasiados explícitos. Esto me obligó también a regular las confesiones de los personajes a lo largo de todo el guion para darle una coherencia de estilo.
Con los detalles incorporados al texto y los últimos cambios aportados por Alberto, había que tomar una decisión. ¿Era el momento de cerrar el texto, o cabía una siguiente revisión? Lo consulté con la almohada y posteriormente con Curro, que se mostró muy partidario de cerrar el guion. Incluso, es conveniente dejarlo así para que otros puedan aportar su visión a la historia, me comentó Curro.
Con el piloto cerrado en una tercera versión llegó el momento de comenzar a trabajar en el dossier, de hacer viable comercialmente el proyecto y plasmarlo en un documento de venta.
A pesar de que no soy diseñador gráfico, me siento muy cómodo diseñando mi propia “biblia”. Utilizo programas simples, pero que me sirven para contar lo que quiero. Es un proceso lento, de muchos cambios, hasta dar con la versión definitiva.
Me suelo centrar en buscar fotos que expresen visualmente el carácter de la serie, y suelo ser muy sistemático en el esquema de presentación del proyecto. Además de las fotos, la redacción de los textos debe ser muy precisa a la vez que concisa. A veces es tremendamente complejo dar con las palabras y la estética exacta, porque es fácil dar una visión incorrecta de la serie. Para mi, una de las claves es que se deje muy claro el género y el tono del proyecto, para que de un simple vistazo el productor ejecutivo sepa exactamente que es lo que tiene entre manos.
Me gusta presentar muy bien a los personajes. Dejar muy claro cuales son sus conflictos, cuales son sus dilemas y sus contradicciones. Si los personajes están bien creados se ve muy fácil que juego van a dar, y por tanto si la serie va a funcionar.
Luego suelo buscar a los actores que los puedan interpretar. En este sentido voy un poco más allá de donde suelen llegar los guionistas e intento presentar cartas de interés de los intérpretes o al menos de sus agencias de representación. La idea es presentar un “tren en marcha”. Es mostrar que el proyecto está en movimiento, que está arrancado y que está buscando cómplices que se suban al tren.
Cuando ya tengo los personajes y los intérpretes, me centro en la redacción de la trama episódica, algo que normalmente tengo en la cabeza desde mucho antes de escribir el piloto. El trabajo en el dosier consiste en meter toda la información en pocas palabras, en sintetizar lo realmente importante y contarlo de una forma atractiva. Normalmente uso entre trescientas cincuenta y cuatrocientas palabras por episodio.
Una vez acabado intento ponerme en la piel del productor ejecutivo que va a leer el proyecto. ¿Qué es esto? ¿De qué va? ¿Es atractivo? ¿Qué valor añadido tiene? ¿Es novedoso? ¿Es auténtico? Son muchas las respuestas que hay que dar en tan pocas páginas, y lo más importante es que tienes que darlas casi con la primera impresión.
El pitch es otro arte. Tienes que sintetizar el proyecto en poco minutos, contar todo lo esencial, entusiasmar y conectar con los que te están escuchando. Personalmente me siento más cómodo con un fuerte apoyo visual. Así que tras consensuar el guión del pitch con nuestro coach Guillermo García Ramos, preparé una presentación llena de fotos y diapositivas que me pudieran guiar en la exposición de la serie.
Una vez que tienes completamente dominada la presentación, y estás muy seguro de lo que estás haciendo, llega la paz. Esa tranquilidad es la que te da la seguridad para salir al escenario, respirar y hacer la presentación gustándote.
Ahora solamente falta seducir a las productoras con “Gregarias” y que el proyecto cuaje. Este viaje ha merecido la pena, pero no acaba aquí. Ahora es el momento de seguir peleando por recoger los frutos de tanto trabajo.