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Desde el momento en que supe de su existencia, me convertí en una enamorada del microteatro. Obras de quince minutos para quince personas en salas de cinco metros cuadrados. Aún recuerdo la primera obra de estas características que vi, eran dos actrices con un ataúd simulando un entierro. Qué original, qué divertido, qué especial. Siempre me pareció una gran idea y hará diez años que empecé a escribir obras para este formato. No era fácil entrar en Microteatro Madrid, y más siendo una desconocida, pero a base de insistir e insistir, lo conseguí y esta fue, durante un tiempo, mi casa. Considero que estas pequeñas obras fueron mi verdadera escuela, el lugar donde pude experimentar. Levantar un cortometraje me daba vértigo (hoy en día todavía me da, aunque lidio con ello), pero organizar estos pequeños montajes con dos actores era un reto asumible para mí que cada vez afrontaba con más ganas. No diría necesariamente que ahí aprendí a escribir, más bien fui depurando mi estilo, lo que sí me pilló de nuevas fue a dirigir, producir, hacer escenografías y diseñar carteles. Siempre lo hice yo todo, el famoso Juan Palomo, y me emociono un poco al recordar el tremendo cambio de mi primer montaje, con cartel amateur y una escenografía hecha de cartones, y mi última producción hace ya unos cinco años, con un cartel profesional y una escenografía digna de un gran teatro. Nunca podré estar lo bastante agradecida a toda la gente que me crucé en este momento de mi vida, que me animaron y apoyaron tanto.

¿Y a qué viene esta chapa cuando estamos hablando de guion? A que mi película, “Pagar el cubierto” nació hace seis años como obra de microteatro con el nombre de “Enlace de Jose y Maite SL”, se representó en Microteatro por dinero Madrid y en el teatro Reina Sofía de Benavente (Zamora) – aka mi pueblo – el Día Internacional del Teatro, siempre interpretada por Estrella Olariaga y Karlos Aurrekoetxea. Bajo mi humilde opinión, si es que eso existe, los dos se marcaban tremendos papelones. Por aquel entonces se llamaban Jose y Maite y ahora son Rodrigo y Eva, pero la esencia ya estaba ahí, ya era el conflicto de una pareja que estaba canina y decidía casarse para sacar pasta a sus invitados. También estaban ya los personajes: ella, arrebatadora, jeta, dispuesta a todo con tal de salir adelante, y él, más recatado, menos decidido, igual de pusilánime.

¿Y qué ha cambiado desde entonces? ¿Cómo se adapta una obra de teatro de quince minutos a una película de noventa? Más allá de la trama, que obviamente es mucho más compleja y con un abanico de personajes mucho más rico, para mí, hay dos diferencias fundamentales:

– Por un lado, en la obra original, ellos estaban en una situación muy límite. Él no había pasado una entrevista de trabajo y ella había sido despedida como profesora de clases particulares después de que sus dos alumnas aprobaran el First Certificate (Maldita sea, ¿quién le mandó enseñarlas bien y esforzarse?). En la película, he optado por hacer una recreación generacional de los millennial, que ven imposible cumplir sus expectativas. No están al borde del abismo sino que deciden que quieren más: una vida, una casa, un trabajo digno… y eso, en nuestra sociedad, a menudo no está bien visto.

– Por otro, en la obra ellos eran pareja de verdad y llevaban quince años juntos. Toda la vida despotricando del matrimonio para después tener que tragarse sus palabras… pero en “Pagar el cubierto” no lo serán. He decidido potenciar la comedia romántica para facilitar el conflicto y tener un arco de personajes más claro.

Y de momento, nada más. ¿Volverá “Enlace de Jose y Maite SL” a las tablas? Ojalá. De momento me conformo con saber que el guion de la película va viento en popa.