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Si pudiese elegir un deseo creo que sería: dejar de procrastinar. A veces, escribir, supone un suplicio. No porque no lo disfrute, sino porque, qué se yo… la autocrítica, las exigencias propias y la necesidad de plasmar cierta esencia en lo que hacemos.

También porque dicen eso que escribir es reescribir, pero a mí me da la sensación que tengo que encontrar esa emoción antes o durante la escritura, y no luego. Me encanta esa frase de Anaïs Nin: “We write to taste life twice, in the moment and in retrospect”. Reescribir algo sin haber plasmado la emoción que hemos vivido es amasar papel mojado, un pastel poco apetecible.

Uno de los hechos que me garantiza conectar con lo que hago es el amor. Bueno, ¿y a quién no? Eso de trabajar sin motivación es una tortura. Me refiero al amor y los mimos que requiere la escritura. Ya sea comedia, drama, thriller o un cóctel de géneros —como es la vida, al fin y al cabo—, necesito crear personajes desde el amor para sentir que son tridimensionales. Si el personaje no nace desde ese cariño, me parece poco creíble, cercano o verdadero. Bueno, así somos las personas, ¿no? Necesitamos ese calor.

De este modo, hasta que no le encuentro el punto distintivo a cada uno, me cuesta horrores ponerme manos a la obra. Horrores. En cambio, cuando tengo claro qué ‘personita’ me he inventado —seguramente con atributos de gente que conozco—, me da la sensación que las escenas salen solas. Como si hablasen por sí mismos.

Hay guionistas que prefieren escaletar y centrarse en la estructura, y dejo constancia por escrito que son quienes más admiro, porque yo no tengo esa capacidad de tramar una escaleta de rechupete. Soy más bien la última de la fila que lo pasa en grande buscando las palabras o manías que definen a cada personaje. Es como si disfrutase más eligiendo y ordenando los plastidecors en vez de trazando las líneas para colorearlas luego. Siempre he sido un poco rara y procrastino ordenando cosas.

Con Aniagua vi los personajes muy claros, pero luego me di cuenta que no los conocía mucho. Así que me he dado unos cuantos cabezazos hasta que nos hemos hecho amigos; pero me caen muy bien, os confieso que les he cogido cariño. Ahora concentro mis esfuerzos en teclear sus susurros. Los personajes todo lo pueden cuando los toman vientos que llegan desde el amor.