Sin que esto se convierta en un ejercicio de narcisismo, he estado echando cuentas de los espejos en los que me reflejo habitualmente. Son solo tres: el de mi cuarto de baño, el de mi vestidor y el del cuarto de baño de mi oficina. La imagen que tengo de mi mismo es el resultado de la interpolación de esos tres reflejos. De vez en cuando te ves en alguna foto y no te reconoces, o de repente te ves mucho mejor de lo que esperas… No deja de ser curioso que la imagen que tienes de ti mismo solamente dependa de tres espejos, y no me refiero solamente a lo físico, sino también a esa energía vital que se desprende de las imágenes reflejadas y que tanto tiene que ver con la actitud, pero también de la luz y la nitidez del vidrio.
Llegamos a la semana definitiva de Islabentura 2023 a finales de Octubre. La localización para presentar a la industria mi serie, Gregarias, era inmejorable: la preciosa isla de Lanzarote. El epicentro era el Gran Hotel Arrecife, era un lugar especial que podría inspirar perfectamente una película escrita por Charly Kaufman.
El alma de este hotel estaba en sus ascensores. Subir o bajar por sus quince plantas no solo era un ejercicio de paciencia, sino también un viaje hacia ti mismo. Su magia estaba en sus espejos, unos espejos capaces de mostrar cualquier imperfección, incluso la más insospechada, y resaltarla para transformar tu imagen y volar por los aires tu única referencia contigo mismo. Descubrí canas que no imaginaba que tenía, dientes torcidos, granos, verrugas, pelos en las orejas… En definitiva, me di cuenta de que el resto de los espejos en los que me miraba me estaban dando una imagen amable de mi mismo, o quizás el espejo del ascensor daba una imagen excesivamente cruel. Posiblemente la verdad no la sepa nadie.
Algo parecido pasa con los guiones. Solamente te miras en un espejo, el de tu coguionista. No soy tan inocente como para pensar que Gregarias era un proyecto perfecto, pero los reflejos que tenía, los de mi tutor Curro Royo, y el de Alberto Iglesias, mi coguionista habitual, eran muy positivos. Sabía del inmenso talento de mis compañeras de lslabentura, pero aún así albergaba una remota esperanza de recibir alguno de los premios que se otorgaban en la final del laboratorio. Pero como en el ascensor del hotel, esa entrega de premios acabó cambiando la imagen que yo tenía de mi mismo y también del proyecto.
Pero antes de esa gala pasaron otras cosas. El pitch era un momento clave para la presentación de Gregarias a la industria. El ensayo fue sólido, lo que me dio mucha confianza para el día de la verdad. El apoyo visual, un vídeo en el que había estado trabajando una semana entera, resultó eficaz para apoyar la narración, por lo que pasado este momento del ensayo me sentí profundamente liberado.
El día de la presentación había muchos nervios. Tirando de tópicos, la tensión se podía mascar en el ambiente. Pero una vez arrancó la sesión todo fluyó de forma mágica. Mis compañeros fueron presentando sus proyectos con eficacia, con emoción y con mucha profesionalidad. Mi presentación no fue perfecta, pero creo que eso solo lo noté yo porque recibí muchas felicitaciones por ella… ¡Qué bonito es que te feliciten después de tanto trabajo!
Luego llegó el momento de hablar con las empresas. A muchas ya las conocía de otros proyectos, otras eran nuevas. Algunas se sintieron especialmente interesadas, otras ya sabían que Gregarias no era para ellas, pero tuvieron la deferencia de reunirse conmigo.
También tuve la posibilidad de conocer físicamente a personas con las que me había reunido “virtualmente” en varias ocasiones. Este fue el caso de Bernardo de Filmarket Hub o el de Celia de Warner.
Lo más interesante de este contacto con los y las ejecutivas de las productoras fue que esta vez la interacción fue mucho más humana. Hubo una convivencia durante las actividades que con brillantez organizó María José Manso y su equipo. Ese contacto, menos “profesional”, hizo que se pudiera palpar algo fundamental: la afinidad necesaria para sacar adelante algo tan complejo como una serie de ficción. Esto es algo que nunca me había sucedido en mercados más grandes como “Conecta Fiction” o “Iberseries”. Este contacto tan cercano es de las cosas más valiosas que me llevo de este laboratorio.
Lo cierto es que soy un guionista que vive en el “no”. También soy un guionista perseverante por lo que tener una puerta abierta es siempre una posibilidad para que ese “no” algún día, quizás no muy lejano, se convierta en un “sí”. Con este ánimo cerré los contactos con las productoras.
Llegó el momento de la gala de entrega de premios. El escenario elegido era simplemente increíble: los Jameos del agua. Lo cierto es que esperaba algo mucho más humilde, quizás en algún centro cultural de Arrecife, pero los Jameos del Agua, una cueva creada en un tubo volcánico al llegar al mar, era simplemente brutal. Menos mal que a los guionistas, que se nos ve como seres de otra galaxia por el resto de la industria, se nos perdona casi todo, porque mi ropa “casual” estaba muy lejos de la altura y la elegancia del evento.
Me alegré mucho por mis compañeros premiados. La verdad es que los reconocimientos estuvieron muy repartidos entre los largometrajes, donde casi todos se llevaron algún galardón. En el caso de las series fueron Lidia Fraga y Beatriz Arias las que acapararon los tres premios a los que optábamos. Estas son dos escritoras de un talento inmenso, y el simple hecho de haber estado nominado junto a ellas fue para mi un paso importante en mi carrera. Y aunque todos mis compañeros son realmente especiales, quizás ellas dos tengan esa lucidez extraordinaria que marca la diferencia.
Esa remota esperanza de volver a casa con algún galardón desapareció. Además de lo anteriormente dicho, también soy un guionista con mucha capacidad de autocrítica. Los días posteriores han sido duros… Cada vez me que me miraba en el espejo del cuarto de baño de mi casa veía la imagen del espejo del ascensor, el ascensor del Gran Hotel Arrecife. El valioso feedback del jurado, al que estoy realmente agradecido, perfilaban aún más esa imagen áspera y dura del espejo del ascensor.
Han sido días de sacar muchas conclusiones. La primera es que bajo ningún concepto dejaré de ser yo cuando escriba. Creo que ese ha sido el principal error de Gregarias, que en algún momento dejé de ser yo mismo.
En Gregarias, mi protagonista, Maider Echavarren, sufre una caída. A pesar del golpe y las heridas se vuelve a subir a la bicicleta y acaba el descenso de un peligroso puerto con la misma determinación, valentía y confianza. A veces los personajes dan lecciones a sus creadores y en ese momento estoy, recibiendo lecciones de mis personajes.
Ayer acabé una nueva versión de Gregarias, una version mucho más mía, mucho más cercana a la idea original y con personajes mucho más matizados. También cuatro páginas más larga. Será mejor o peor que la anterior… pero ahora me miro al espejo y vuelvo a ser yo otra vez. Vuelvo a ser el mismo guionista apasionado que presentó el proyecto en Marzo, lleno de fuerza y compromiso con el texto.
Mañana comienzo a mandarlo a las productoras. La deuda es enorme con la tierra Canaria, con su gente y con Islabentura. La deuda es enorme con Curro Royo y con el resto de mis compañeros. Una deuda preciosa que llevaré para siempre en mi corazón. Gracias.