Oh, escribir, ese bello arte de explorar el mundo a través de las letras, de sumergirse en la miseria, el esplendor, la desdicha o el amor, esa travesía que hacemos para intentar hallar(nos) y plasmar lo que que descubrimos en esa escarbada, alguna veces emocional, otra puramente terrenal.
Creo que, para mí, no hay manifestación artística, cultural y personal más bella que la escritura; considero que es la conexión más profunda que tenemos con nuestra alma y es el grito más necesario que hacemos desde las entrañas; escribir es eso, desalojar la corteza corporal y habitar(se) en un catalizador, ya sea papel y permitir expandir los sentidos más allá de la imaginación.
Sin embargo, todo ese palabrerío maquillado de metáforas y palabras rebuscadas lo hago como introducción a otra forma en la que me expreso, pero que, aunque sea muy diferente a lo que han leído en las otras entradas, sigue haciendo parte de este ser de múltiples manos, mentes y sueños al que conocen como Bryan.
Sin ser tan rebuscado (que evidentemente lo soy), ¿qué tal ha sido adentrarse en el proceso de la reescritura de un guion de largo y, aún más, cómo ha sido ese fisgoneo de ideas para adaptarlo a un territorio no explorado?
Yo no puedo mentirles ni decirles cosas que no son, me sentiría un canalla por comprometerse a leer a alguien que sólo les diría cosas ilusorias o fantasiosas, así que les abriré mi corazón y se los mostraré, con sus heridas, sus inseguridades y sus miedos.
Ha sido un acto tortuoso, y no como si doliera y me desgarrara, sino más bien, como si esta introspección que hago fuera cruda, como que conscientemente me corto las fibras para revisar la esencialidad mía como escritor y guionista; es una tortura a la que me someto conscientemente para descubrir mis razones y sentires, es la manera más honesta con la que me desinhibo para saber quién soy.
Evidentemente siempre que escribo soy consciente de los retos y riesgos que esta arte puede significar, más cuando toda mi obra tiende a ser autobiográfica o familiar, por lo que he asumido una posición de resistencia ante cualquier emoción negativa, porque sé que es lo que tanto gozo y amo hacer.
Pero claramente no ha sido para nada fácil, en el pasado era como arañar una puerta cerrada que me desmembraba y rompía la piel, pero poco a poco le fui cogiendo el tiro para saber el qué, el cómo y el cuándo, respetándome y, sobre todo, reconociendo las cicatrices que mi papá, mi mamá, mi hermano y yo tenemos. Esta modalidad de escritura tiene muchas capas que uno tiene que ir explorando, y créanme, no es para nada sencillo revivir eso que nos atraviesa, pero cuando se hace de forma honesta, se abren distintos caminos que debemos tomar.
Es por esto que ha sido un viaje difícil, complejo, porque no creí que volvería a sentir tantas melancolías, agravios, dudas y mortificaciones, pero así es esto, no sabemos qué hay más allá de las ideas.
Sin embargo, no me lean tan deprimido y apabullado, para mí esto es delicioso, es como un abrazo que me doy para poder entender(me), para evitar repetir, para vislumbrar lo que creí que ya había enterrado y resarcir el montón de punzadas que creí superadas.
Es lindo, ¿saben? Verme en un escenario donde plasmo a mi familia con otras posibilidades, donde narro mis temores, donde por fin demuestro ese pánico que resguardaba ese niño que se escondía ante los gritos, los gruñidos, los golpes. Es reconfortante poder agacharme y ver a ese pequeño Bryan, tembloroso y con los ojos cerrados, y decirle que no está solo; que por fin pude hablar.
¿Y por qué les digo todo esto de forma tan dramática?
Porque sepan que hay mil y un maneras de pasar la pluma, de investigar, de entender cómo hacemos cine, o libros, o teatro, o simples notas que guardamos en nuestros celulares o libretas. Porque no hay una fórmula mágica para decir que algo es un buen escrito. Porque no hay una alfombra roja que nos lleve de forma inmediata al éxito que tanto se anhela.
No; todo hace parte de un infinito.
Para hacerme entender mejor: imagínense como un pescador, pescadora o pescadorx, a su alrededor sólo hay agua, el horizonte no tiene límite ni vislumbra ninguna otra forma de vida o de contacto; están ahí, desamparadxs, el sol no se mueve, pero su cuerpo tampoco se derrite o quema, sólo están ahí.
Su única compañía es una caña y, cada vez que sumergen el nylon al agua, obtienen una hoja de papel. En ese trozo hay escrita una sóla palabra, y son ustedes quienes deben decidir si la usan o no.
Eso es escribir.
Es atenerse ante la incertidumbre de las ideas y dejarse llevar por lo que mueva nuestras fibras, que alimente ese deseo de navegar, de llegar al borde y poder algún día gritar: esto soy yo.
Y, como punto adicional, las aguas no siempre están mansas, otras veces son tormentosas, huracanadas, agresivas o pacíficas, pero nunca están vacías.
Sé que les dije que no sería tan metafórico en todo lo que escribiría, sin embargo, creo que es un asunto que me corroe tanto, que es la única forma que hallo de contarlo.
Pero, continuando con esta entrada; a pesar del caos existencial que implica ser guionista, afortunadamente he tenido un asesor que me ha guiado como nadie, creo que no puedo estar más agradecido con alguien que con él; imagínense, cada vez que le enviaba un documento sentía que me alejaba más de lo que realmente quería narrar, pero tenía la paciencia suficiente y las palabras justas para reencaminarme y justificarme cada volada de tuerca que me pegaba, para dar con la historia que tiene que ser.
Considero que, aunque ha sido una exploración turbia, él se convirtió en ese faro creativo que tanto necesito al inmiscuirme en la película. Sé que es bastante romántico esto que digo, pero la gratitud que le tengo es inmensa y que sé que estoy en buenas manos.
Finalmente, querida personita que lee, quiero decirle algo: no se rinda.
Escribir no es para nada un proceso sencillo, es un acto de valentía, es un salto al vacío que sólo la gente más testaruda se arriesga a dar, es la oportunidad de que el cuerpo, el alma y el corazón se pongan al unísono y canten la melodía.
Pero, también es importante que se den la oportunidad de que otrxs les lean, sólo así descubrirán que sus voces perdurarán, sólo así atravesarán los poros del universo y gozarán de lo que es entregarse a algo que, aunque parezca irrelevante, resulta ser un todo.
Y sí, así ha sido esta aventura creativa, un vaivén de emociones que me recorren y me reafirman el porqué amo tanto hacer lo que hago.
Soy letras, soy texto, soy vocales, hiatos, metáforas, tildes y comas; yo sencillamente soy una hoja en blanco en constante escritura.
¡Un abrazo!
Bry.