Tengo un sentimiento de amor-odio por las escaletas. Por un lado, me parece la mejor forma de empezar a darle estructura a la película, una guía para saber hacia dónde va. Pero por otro, suelo tener que luchar contra la tentación de pulirla antes de empezar a dialogar. Y creo que darse un margen para perderse es concederle a la historia la posibilidad de descubrir un camino mejor. Por eso, al final creo que es cuestión de encontrar un equilibrio, algo que no siempre es fácil ni es igual en todos los proyectos. Contar una historia es tomar decisiones con el infinito por delante. Y no se trata de acertar hasta dar con el único camino posible, sino de asumir sin arrancarte los pelos de las cejas que muchas opciones que has descartado también podrían haber funcionado. O que a veces te toca desandar algunos pasos.
Hasta la fecha, no he sido capaz de escribir un guión sin empezar montando un andamiaje. En algunos proyectos, y en este en concreto (que no es ningún encargo, sino una historia que me ha estado sobrevolando bastante tiempo), he escrito muchas notas en un cuaderno mucho antes de sentarme frente a un ordenador o de agarrar un post -it. Ideas sueltas, momentos que me hacen reír, situaciones que me incomodan, características de personas que veo, noticias, links, incluso diálogos… tenía varias cosas anotadas antes de redactar la sinopsis de Islabentura. Por eso, más que decir que me senté frente a un folio en blanco, diría que lo hice frente a un batiburrillo de ideas que hicieron mucho menos ardua la tarea de agarrar el teclado.
Y ahora, con esa sinopsis de unas diez páginas, la documentación que traje gracias a la primera visita del laboratorio y algunos apuntes nuevos, he seguido con la siguiente parte del proceso: la escaleta. Algunas de las cosas que he ido convirtiendo en secuencias concretas ya estaban en al argumento que presenté, pero también me he dado de bruces con algunas trampas que me tendí para poder avanzar en su momento. Los “esto ya veré cómo lo cuento”, “esto no sé si funciona, pero aquí que lo meto” y los “no sé si esto está fuera de tono, pero no se me ocurre otra cosa ahora mismo” han cumplido su promesa de reaparecer. Y no siempre con una solución adjunta. Es un alivio que el cerebro humano -esto está científicamente demostrado- obtenga cierto placer de la resolución de problemas y los procesos contradictorios.
Tras varias jornadas de trabajo, conseguí sacar una versión de escaleta muy general, con algunas escenas más concretas, pero también con muchas dudas y planteamientos a medias. Lo primero que pensé al leerla del tirón fue casi al mismo tiempo “qué bien” y “menudo horror”. No hay nada más triste alejado de una comedia que una escaleta de comedia. Por muchos colores que le quieras poner:
Los colores tienen que ver con que es una historia coral y a mi al menos hacerlo así me ayuda a ver cómo se van equilibrando las tramas y cómo convergen entre ellas. Otra de las ventajas de la escaleta. No todo es odio, ya lo dije. Además de ser un punto de partida utilísimo, la escaleta es una forma de empezar a ver a los personajes, de conocerlos a través de las decisiones que toman y, como consecuencia, se convierte en todo un trabajo de reflexión para entender mejor lo que estás contando y seguir desenterrando el tema de la película.
El siguiente paso fue reunirme con mi tutora, Lola Mayo, para comentar la escaleta, una reunión estupenda de la que salí con preguntas, carencias detectadas y reflexiones que me han ayudado a lanzarme con una segunda versión más concreta y detallada que creo que ahonda mejor en los lugares por donde van pasando emocionalmente los personajes.
En la semana de La Palma comentaremos esta segunda versión, terminaré de ajustar lo que no funcione y espero lanzarme pronto a trabajar cada escena. Cuando llego a ese punto, suelo simplificarlo diciendo que voy a dialogar, pero lo cierto es que coger cada escena por banda implica mucho más que eso. Quizá escriba sobre eso más adelante.
Y precisamente porque esa fase puede traer sorpresas y novedades, es por lo que me refería al principio a las ventajas y las desventajas de perderse. Mi lado vago desea que todo lo que he planteado hasta ese momento funcione y no se me derrumbe ningún cimiento, pero la parte que desea hacer el mejor guión posible quiere dejarse arrastrar por los sitios que sean necesarios, aunque eso me implique algún dolor de cabeza. Ya veremos qué trampas me he dejado esta vez y cuántos pelos conservo en las cejas antes de la siguiente entrada del blog.