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Beatriz AriasProceso Creativo

Escribir después de escribir

Todo el mundo conoce la agotadora sensación de escribir después de una larga jornada de trabajo. En mi caso, a esa sensación la llamo “escribir después de escribir”.

Soy guionista de plató en una serie diaria y me paso el día reescribiendo capítulos, enviando separatas, moviendo personajes y localizaciones… Y eh, no me quejo. Es una gozada poder dedicarte a lo que te gusta y aprender en un entorno tan vivo y creativo. El problema es que cuando intentas dedicar tu poco tiempo libre a, una vez más, sentarte en el escritorio, abrir el ordenador y escribir… tu vida se parece un poco a la del protagonista de El día de la marmota.

Todos los que participamos en Islabentura lo hacemos porque nos encanta escribir. Y a ti, que lees un blog en el que catorce guionistas se desahogan y cuentan sus quebraderos de cabeza durante el proceso creativo, probablemente también. Pero aunque suene poco romántico o contrario a la figura del escritor abnegado, todos queremos y necesitamos tiempo para hacer otras cosas que no estén relacionadas con el guion.

Ese ha sido mi principal problema desde que volví de la semana de bienvenida: el tiempo. Tras el primer viaje a Canarias, el piloto que tenía en mi cabeza se había alargado considerablemente, y la primera tarea que Jordi Calafí me adjudicó fue escribir los pulsos dramáticos de ese primer capítulo de La isla de Celia.

Reconozco que ese primer paso lo realicé sin demasiadas dificultades, así que quedé con Jordi por La Latina en nuestra cafetería de confianza para tener una tutoría tan exhaustiva como bien aprovechada. Jordi sabe cómo exprimir cada segundo de ese tiempo que tanto me cuesta encontrar. Tras un par de horas, le pareció que, con unas cuantas modificaciones, estaba lista para pasar a escaleta.

Volví a casa con una mezcla de satisfacción, orgullo y una vocecilla en mi cabeza que me decía: “¡Qué bien! Será cuestión de ponerme un par de días y saldrá de una forma tan fluida y natural como lo hicieron los pulsos dramáticos. No me costará demasiado”. Os estáis imaginando el spoiler, pero os lo confirmo igualmente: no fue así.

Al bajar la escaleta a tierra empezaban a aparecer los primeros problemas. “En esta secuencia ocurren demasiadas cosas a la vez”, “estos dos personajes se presentan de forma muy similar”, “esto no me funciona”… Y al mismo tiempo, me costaba encontrar las horas y la concentración necesarias para terminarla. Esta escritura empezaba a parecerme un “trabajo después del trabajo”. Y nadie quiere seguir trabajando cuando su jornada laboral ha terminado.

Decidí que no iba a forzarme. Que si no me encontraba en las condiciones idóneas para escribir, invertiría ese tiempo en otras tareas igualmente útiles. Por ejemplo, volver a leer los cuentos de Celia para encontrar en ellos pistas y detalles con los que salpicar el piloto. O ver una película que podría ser un referente para mi proyecto. Y otra que, aunque no tuviera nada que ver con él, me ayudó a encontrar una idea para esa presentación de personaje que se me resistía. Charlar con otros compañeros guionistas, dormir, descansar… y un buen día, escribir la escaleta dejó de parecerme un trabajo. Descansar es necesario para encauzar la escritura, cogerla con las más ganas y, sobre todo, recordar por qué tenía tantas ganas de contar esta historia.

Y por qué escribir después de escribir merece la pena.