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Madrid, 15 de julio de 2022. 45 grados a la sombra. Al día siguiente me mudo a otro piso y estoy completamente exhausto. Salir a la calle se convierte casi en misión imposible. Hacía unos días que le había enviado a Curro, mi tutor, la descripción de los personajes y la escaleta del piloto, mucho mejor estructurada; y voy completamente nervioso a su encuentro en la sede de DAMA.

El trabajo de junio, y principios de julio, consistió básicamente en ver qué cosas nos podían servir del material que entregué para ser seleccionado y qué no. La nueva versión aúna los hechos reales con lo que sucede en el libro en el que me baso: La Madera contra el Acero, de Carlos González Sosa, uno de los autores más prolíficos y vendidos de las islas.

Con el permiso del autor me dispuse a rehacer, casi desde cero, todo (o, más bien, absolutamente todo).  Desgrané todo lo que ocurre en su ficción y todo lo que sucedió en la historia real. Y le di una vuelta. Mi deseo desde el principio era intentar crear una serie que, si bien recoge el testigo de los hechos reales, pretende ser una ficción de entretenimiento que pueda ser disfrutada y entendida en muchas partes del planeta (¡ojalá!).

Escribir es reescribir. Y en eso llevo desde que hablé con Carlos la primera vez. Y en eso estoy desde que Curro me dio las primeras indicaciones en su habitación del hotel en Lanzarote. Tal es mi obsesión, que hice y rehíce hasta 6 versiones de la nueva escaleta. En todas ellas intenté encontrar una estructura que narrara los hechos de la forma más cercana a la realidad, pero sin olvidar un ritmo y una cadencia que fuera amena. Buscando acciones en los personajes que fueran definiendo su personalidad. Mi tutor me lo comentó desde el inicio: “Tenemos que creernos a los personajes por lo que hacen, no por lo que dicen”.

En una de las salas de reunión de DAMA.

Estoy seguro de que, si yo fuese un personaje de una película, lo primero que se podría describir de mí es que no estoy acostumbrado al verano madrileño. Resoplando, y casi asfixiado, entro a DAMA, donde la amable señora de recepción me ofrece un café. Cuando llega Curro, nos fundimos en un abrazo y nos metimos rápidamente al lío. Luego de algunas indicaciones formales causadas, probablemente (con total seguridad), por mi inexperiencia. Analizamos el texto: vimos algunas posibles variaciones y escenas a las que podríamos darle una vuelta más. Y tras leerlo llegó el comentario que estaba esperando: “La estructura mantiene el ritmo y la sensación de querer saber aún más de los personajes… Ahora vamos a por una segunda versión y en la siguiente ya a dialogar”. Esa frase, como guionista, te da la seguridad suficiente para continuar tecleando. A veces, lo más difícil en las series es dar con una estructura que defina el carácter de los personajes, el tono, que marque la cadencia de las acciones y los sucesos.

En agosto mi tutor y yo nos volveremos a ver, cuando mis responsabilidades y obligaciones (y algún día de descanso) me permitan tener una segunda versión de la escaleta, para pasar ya rápidamente a la acción: Dialogar. Que como diría alguno de nuestros expresidentes “no es cosa menor, dicho de otra manera, es cosa mayor”.

Escribir es reescribir. Y reescribir no es más que seguir escribiendo. Así que eso: ¡seguiré escribiendo!

La siguiente parada es en La Palma, la Isla Bonita. Desde allí les escribiré esperando que alguien me lea.

Un saludo.