Tomar un avión a un lugar desconocido es emocionante. Tengo la suerte de no temer volar, aunque siempre siento un poco de “respeto” en el despegue y el aterrizaje. Quiero pensar que es natural. Observo el billete en el móvil. Madrid – Tenerife. Viajo a una isla preciosa, y lo hago con mis compañeros de IsLABentura, con los que comparto mucho más que la pasión por contar historias, que no es poco.
Aunque algunos “protaguionistas” vivamos en la misma ciudad, hay otros compañeros con los que verse a menudo es complicado. Viajar a Tenerife, más allá de la aventura de conocer nuevos horizontes y formarse, es la ocasión para volver a compartir el presente con creadores que aprecio (tutores y tutorizados).
Recibir formación en el entorno del Convento de Santo Domingo, de mano de profesionales como Tomás Rosón, Marta Buchaca, Peter Andermatt, Luis Alcazar o Guillermo García-Ramos ha sido una suerte y un placer. Gracias a sus talleres he aprendido a defender mis derechos como escritora, a explorar las posibilidades de adaptación de mis obras teatrales a los formatos audiovisuales, ampliar mis horizontes a la hora de generar proyectos y difundir mi trabajo, imaginar más allá de los límites, atreviéndome a concebir narrativas extramuros, y a contagiar mi amor por lo que hago a quienes quieran construir más conmigo.
Gracias a la Tenerife Film Commission los “Islabentureros” pudimos explorar rincones de la isla como La finca Don Leandro, El Parque Nacional del Teide, Garachico o el parque rural de Teno. Los paisajes de la isla son impresionantes. Agradezco haber tenido el privilegio de observar las cimas verdes cubiertas de bruma, de desplazar los ojos sobre el océano de nubes que cubre el mar y la tierra, de visitar donde crece el plátano, sumergirme en las aguas de la Punta de Teno, con sus vientos huracanados y su misterioso faro, y caminar por los desiertos de otros mundos donde yace el malpaís. La Laguna no se queda atrás: San Cristóbal es una ciudad preciosa, con personalidad y calles plenas de historia.
En el Teatro Leal pudimos hacer entrega de los premios del certamen literario juvenil “¿Y si contamos nuestra historia?”, del que los miembros del laboratorio fuimos jurado. Los ocho relatos finalistas fueron escritos por jóvenes apasionados, todos con un don para la escritura, por lo que designar los tres primeros premios no fue nada sencillo. Deseo que todos los participantes, galardonados o no, no pierdan nunca el amor hacia la escritura. Que sigan soñando, imaginando, visualizando, intercambiando con afecto. Que esa energía, más allá de las dificultades, no se frene jamás. Yo también, siendo una niña, una adolescente, una chica, puse mi corazón en dedicarme a la escritura. Y esa, desde entonces, ha sido mi única constante, aún con todo lo que ha cambiado en mi vida. Me he mantenido ahí (me mantengo) a pesar de las veces que me han invadido las dudas, que me he sentido un fracaso, o me han dicho que no. Persevero porque me encanta lo que hago. Porque cuando imagino y creo siento que me brilla todo el cuerpo.
Tras una semana maravillosa me despido de Tenerife para continuar en casa, con el sofocante calor de agosto, creando La zafra.
¡Sigo – Seguid – escribiendo!