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Echando la vista atrás, abril queda bien lejos. Me parece increíble haber entregado una primera versión de largometraje en menos de seis meses y eso ya es motivo de celebración. Como decía Diana: “El tiempo es otro”. IsLABentura es una alteración de la percepción temporal que además genera el sentimiento de una incierta gloria por haber llegado.

Es incierta por muchos motivos. En primer lugar, porque escribir un largometraje en solitario puede generar miedos terribles. Hay confrontación directa con la confianza, la estima y la seguridad. En cada página hay dudas. También es ambigua porque aquí no se acaba el camino: toca prepararse el pitch y exponer la idea ante productoras, y además, la escritura no termina aquí. Pero, por encima de todo, la gloria es discutible porque significa que la aventura está a punto de acabarse.

Habrá cantidad de proyectos y espacios dedicados a la creación que sean de lo más fructuosos, aunque esta edición es indescriptible. Es un regalo haber conocido un equipo —sumando organización, participantes y colaboradores del proyecto— que brilla con luz propia, a la vez que desarrollaba una idea significativa para mí.

Ahora, es gloriosamente cierto que queda el pitch. Es un poco el elefante en la habitación, porque el hábitat natural de un guionista reside delante de un teclado, en un espacio solitario, más que el del escenario ante productoras. Pero hay que prepararse y emocionarse por romper con lo más cómodo y común. Es excitante tener la oportunidad de contar nuestras historias para que sean transformadas en imágenes y sonido.

También es gloriosamente cierto que nos volveremos a ver, abriendo las compuertas de magníficas charlas, creatividad, humor y risas constantes.

Como arranca un poema precioso de Sylvia Plath, “No es fácil expresar lo que has cambiado.” Y tampoco lo es plasmar qué supone este maravilloso viaje en todos los sentidos.