
La última semana en Islabentura era la más estresante: el objetivo era presentar el proyecto a las productoras en un pich, en definitiva, tratar de vender el pescado en el mercado (audiovisual). La mayoría de guionistas preferiríamos pagar lo que fuera (uno dijo hasta: “devolvería todo lo que ha costado Islabentura antes de…”) para no tener que hacerlo.
Lo del micro y el escenario siempre me ha parecido algo en las antípodas de lo que soy, mi yo australiano debe ser una cómica de stand-up super famosa si reúne lo contrario de todas mis habilidades.
Pero las organizadoras (aquí MJ, Lorena y Natacha) de Islabentura lo convirtieron en una fiesta, una fiesta intensa, porque todo era intenso: las comidas, los nervios, las emociones, las charlas… De vez en cuando, alguien desaparecía y se echaba una siesta o trataba de enviar un email, para responder al otro planeta (esa vida que teníamos antes de llegar) pero no lo conseguía. El presente estaba en Las Palmas y no había nada que hacer.
Era un encuentro profesional y acabó en final de campamentos con todo el mundo llorando y cantando. Ojalá que así fuera siempre, ojalá el mundo rodara como rueda Islabentura.

Yo queriendo volver a Islabentura
Ahora hay que seguir rodando, pero siempre, como los gatos, tocando con la pata, muy levemente, lo que no queremos dejar, por el buen recuerdo, por las risas, por la calidez, por la amistad, que es la único que en verdad importa.