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Laura J. GarcíaProceso Creativo

LA ESCRITURA MATA LA ESCRITURA

SITUACIÓN PREVIA

Respecto a la escritura, a menudo pienso en un artículo de la revista Pausa, una publicación dedicada a la reflexión y al ensayo vinculados a la actualidad teatral, editada por la Sala Beckett. El artículo en cuestión es una conversación abierta entre el dramaturgo franco-uruguayo Sergio Blanco y  el autor y profesor Carlos Batlle, mantenida en un encuentro con alumnos del Institut del Teatre en noviembre de 2018. Entre las múltiples reflexiones, me resonó especialmente esta:

«Es muy interesante, al final, que la escritura no es la escritura sino todo ese proceso de fabulación. La escritura mata la escritura. Cuando uno escribe está matando lo que escribe. La escritura es un proceso. Cuando uno empieza a escribir, mataste. 

 El proceso está acá, cuando uno empieza a decir: Yo hoy me voy a Murcia a las cinco y me voy a poner a escribir entre las seis y las ocho de la noche. Y ya estoy escribiendo. Mientras estoy acá ya estoy escribiendo. Pero cuando me ponga a escribirlo en el tren, esa escritura matará la escritura, que es esto que está pasando ahora en mi cabeza.»

(Fuente: https://www.revistapausa.cat/ser-y-no-ser-al-mismo-tiempo-xerrada-amb-sergio-blanco/)

 

DESENCADENANTE

Mis procesos de escritura comienzan cuando un elemento dispara mi imaginario. Intuyo que tras ese elemento hay una historia esperando a ser contada. Los elementos son muy variados: una fotografía, una canción, una noticia de actualidad, una conversación ajena, un recuerdo de infancia, un hecho histórico… Aun introvertidos, los creadores tenemos que tener los ojos muy abiertos. Nuestra historia puede estar en una taza de té.

Pero no todo es capturar, también hay que cribar las capturas. Considero que, ya solo con el proceso de selección, cada creador ha tamizado la realidad, descartando lo que le conecta y lo que no. Es su mirada sobre las cosas. Tu manera de ver el mundo, como los seres humanos, es única e irrepetible.

Detrás de por qué me interesa contar una historia y no otra subyace el tema. Por lo general aunque el tema no es un elemento que suela disparar mi imaginario (A muchos creadores sí), sí está presente desde muy temprano: ¿Qué quiero contar con mi historia?

 

LO QUE DESENCADENA

En el caso de La zafra, una serie basada en hechos históricos, comencé mi proceso creativo documentándome, como ya conté en la entrada anterior. Cuánto más investigo, más me sumerjo en lo que quiero contar. Conocer bien el universo, la época, ser capaz de cerrar los ojos y trasladarme allí con la imaginación, es clave para mi forma de escribir. En los márgenes de los libros que leo en mi investigación (o caza y captura), tomo notas y pongo todos los marca páginas que hagan falta. No quiero que nada se me escape.

Lo que subrayo es aquello que me implica, aquello que me resulta germen de ideas: situaciones, conflictos, personajes, espacios…

Por ejemplo, saber que las mujeres que se trasladaban desde distintas partes de la isla a las cuarterías antes del comienzo de la zafra lo hacían, en general, en camiones de la propia empresa, pero que también hubo quienes hicieron el camino a pie, invirtiendo un día entero en el trayecto. Esto me genera preguntas que conducen a otras preguntas: ¿Por qué, habiendo camiones, iban a pie? ¿Vivían en una zona muy aislada? ¿Perdieron la oportunidad de subir en el camión porque estaban trabajando en el campo y se incorporaron tarde? ¿No confiaban en los camiones – presenciaron un accidente, se mareaban y se ponían mal en el trayecto…-? ¿Para alguien, ir a pie era una oportunidad de conectar con los otros? ¿Para quién podía resultar divertido, y para quién un infierno? ¿Qué zona es tan aislada que no llegan las carreteras? ¿Hasta qué punto el aislamiento de la zona en la que viven les influye a nivel personal? ¿Se pierden el mundo? ¿Cuál es la clase social de estas mujeres? ¿Son muy pocas? ¿Son todas familia? ¿Quiénes dejan atrás? ¿Qué edades tienen?

Apunto las respuestas en post-its, y las voy disponiendo sobre la mesa más amplia que tengo. Comienzo así a cimentar las bases de un universo.

 

ESCENA DE CONFLICTO

A la hora de construir un proyecto como La zafra, una serie diaria, me resulta esencial establecer en primer lugar unos personajes sólidos, capaces de mover la acción y generar abundantes tramas. Entre personajes principales, secundarios y episódicos, he diseñado más de veinte personajes para este proyecto.

Cada personaje tiene características únicas: Un deseo, un objetivo, intereses, pasiones, virtudes, defectos, un pasado del que su presente es consecuencia, expectativas de futuro, miedos, un físico bien diferenciado (Fragilidad, fuerza, vitalidad, capacidad, atractivo,…), en definitiva, su propio enfoque sobre el mundo.

Las tramas son disparadas por los objetivos de los personajes, generándose conflictos cuando estos son antagónicos. El lugar en el que se desarrolla la acción, La zafra, potencia que exista el conflicto, pues se trata de un entorno de trabajo con una férrea jerarquía: Arriba, el dueño del almacén y su consejo directivo. En puestos intermedios: Encargados, administrativos, médico de empresa, capitanes de barco. Debajo, los sub-encargados, como la encargada del baño. Y en la base, representando el grueso de la plantilla, las empaquetadoras, conductores y mozos de almacén.

Un ejemplo:

El personaje del encargado no puede desempeñar su labor sin el trabajo de las empaquetadoras, por lo que su valía se mide en cuánto es capaz de sacar de ellas. Su objetivo es que sean productivas. Su deseo es destacar para alcanzar un puesto mejor: pasar a ser el responsable de la distribución en el extranjero, con mayor reputación y salario para mantener a sus hijos. Su poder le permite establecer normas y límites para alcanzar su objetivo: Establecer el tiempo de jornada, evitar que las trabajadoras se distraigan hablando entre sí, que pierdan tiempo alargando demasiado el descanso o que pasen demasiado tiempo en el baño, que no falten al trabajo, que no se pierda producto en la manipulación, que todo sea pesado correctamente, ahorrar costes a la empresa pagando “lo justito”, coordinar el trabajo del almacén con los horarios de salida de los barcos… Como rasgos de personalidad diseño a este encargado como una persona rígida, que trata de mantener distancia con las empaquetadoras, obsesivo con el cumplimiento de los horarios y normas, pero al que le gustaría tener buena relación con los hombres del almacén (clavadores y mozos), pues se siente aislado como el “jefe” que es, y quiere ser valorado como parte del grupo de los varones. En consecuencia, el encargado es mucho más permisivo con los empleados que con las empleadas. En su mano está no solo despedir a quién le lleve la contra, sino también determinar quién será el segundo encargado del almacén, por lo que recibe un falso aprecio de los hombres.

Una clara posible antagonista a este personaje: Una empaquetadora que, aunque trabaja a destajo, observa cómo los hombres reciben un trato de favor mientras que a ella no se la permite ni ir al baño. Y que, para colmo, cobra menos que los empleados varones.

 

FINAL

Gracias a la definición de los personajes encuentro las tramas y subtramas que ocuparán toda la primera temporada. Para mí, que me encanta esto, el proceso es divertido y emocionante. Como construir un puzle sin saber cuál es la imagen final.

¡Sigo escribiendo!