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¡Cómo me duele la tripa! Goya tiene en su móvil esta frase grabada con mi voz, en varias cadencias y entonaciones. La he estado pronunciando durante todo el laboratorio debido a las copiosas comidas con las que nos agasajaban. Pero en Lanzarote ese “¡Cómo me duele la tripa!” escondía más que una simple digestión. Guardaba los nervios de todas las semanas preparando el pitch de La Guía. Ahí estábamos, para presentar nuestros proyectos en la isla negra.

Me dolía la tripa imaginando a una banda de productores draconianos ataviados con corbata y puro. Lanzando dossieres y sueños a una máquina de triturar documentos. Cabe señalar que mi único encuentro con la industria en un foro de pitch fue en el Conecta de Toledo, y la experiencia había sido fría y desalentadora. Por eso, durante esa primera cena a modo de puesta de largo en la que conoceríamos a los productores invitados a Lanzarote para ver nuestros pitchs, me refugié en una esquina a comer papas con mojo.

Sin embargo, por allí pululaba la magia de isLABentura y este encuentro, como todo lo que sucede en las islas, no iba a ser al uso. El mimo y el cariño de la organización formada por la tríada perfecta de María José, Lorena y Natacha se contagió a todos los presentes, a los que ya habíamos puesto cara y conocido, por lo que el pitch fue lo que nuestro asesor Guillermo García – Ramos denomina “una charla para compartir tu proyecto”.

Tras la cena, al día siguiente en el Castillo de San José ya no existía la gruesa barrera entre el productor depredador y el guionista presa. Las caras nos eran conocidas, habíamos entablado conversación con ellos y compartido miedos, así que salí con el “Boys” de Sabrina bien arriba para empezar mi pitch.

Me sentí cómodo, seguro, exultante. Había trabajado el discurso y, a pesar de los nervios, pude defenderlo con soltura. Cuando terminé, quería hacerlo otra vez. Menos mal que teníamos los one to one para seguir parloteando sobre la serie, aclarar dudas y seguir conociéndonos.

No sé si alguna de las productoras se enamorará de La Guía y apostará por ella (ojalá sí), lo que sí sé es que “venderme” no ha sido mi preocupación esta semana. Y cuando te quitas esa idea de la cabeza todo fluye. Vas con la determinación de que llevas cuatro meses trabajando en un piloto y un documento de venta, tutorizado con todo el cariño por Jordi Calafí, asesorado por Guillermo García – Ramos para preparar el pitch, y mimado y arropado por la organización de isLABentura y tus compañeros. Nada puede salir mal. NA – DA. Siempre hay algo positivo que aprender.

¿Cuántos guionistas hacen falta para plantar un árbol?

Y no acababa ahí. Al día siguiente tuvimos la oportunidad de continuar networkeando en una visita al Timanfaya. Lo dije en la entrada de Tenerife, pero lo vuelvo a repetir: el gran atractivo de isLABentura Canarias es la facilidad que nos regalan a los guionistas de ponernos en contacto con personas de la industria de una manera distendida y lúdica.

Y borracho de alegría y emoción (y de otras tantas copas que no vienen al caso) me subí a la guagua para ir al lugar donde nace y muere la magia: Los Jameos del Agua. Al bajar, nos recibía una luna llena radiante y mística. Parecía que el cielo se había vestido de fiesta para despedir la gala de clausura. Y, no era para menos, pues lo que iba a suceder dentro era pura fantasía.

Emoción, lloros, risas, agua que te cubre los tobillos, copas que van y vienen, hablar muy cerca del oído, abrazos de final de campamento. ¿Veis? Ese es el problema de lo mágico, que es muy difícil de describir a través de simples palabras.

Una imagen vale más que mil palabras

Esa noche hubo un temblor, imperceptible al oído humano, pero tan intenso como para ser capaz de hacer emerger una novena isla. Una en la que las historias de mis trece compañeros y la mía propia viven en armonía, esperando en el muelle a que un barco las recoja y las haga luz.