Son las 9:30 de la mañana, ya he desayunado y ordenado mi hábitat, he despejado la mesa del despacho, es hora de hacerme otro café, dejar de procrastinar y sentarme a trabajar. Hace poco entregué el encargo, por fin, del tratamiento de la película en la que estoy trabajando. Hasta la semana que viene como pronto no tendré la respuesta y las notas que necesito para seguir avanzando. Debería ponerme con el piloto de la serie para adolescentes que tengo a medias, pero la verdad es que no sé muy bien como seguir. ¿Y si me tomo el día libre? No puedo, no debo. Escribir es tener deberes todos los días y tu vida, y cuando no hay trabajo encargado, hay trabajo propio que sacar adelante. Todo eso está muy bien, pero voy a meterme un rato en twitter a ver qué ha pasado hoy en el mundo.
“El día 8 termina el plazo para isLABventura Canarias” ¿El 8?, ¿cómo que el 8?, ¿no era el 28? A ver qué dice mi agenda… el 8, efectivamente ¡Si casi no queda tiempo!, ¿cómo se me ha podido pasar? Se me ha pasado porque estaba a otras cosas, claro… y es que la semana pasada no estaba como para estar pendiente de nada. Murió Soseki, mi felina compañera de escritura, mi gatete querido, mi animal fantástico. La que ha sido mi querida mascota durante los últimos ocho años se fue desintegrando poco a poco y por sorpresa en un solo fin de semana. Y estaba muy triste, y se me da fatal estar triste, lo sé. Por eso se lo digo a todo el mundo “estoy triste”, pero justo después tengo que hacer un chiste, soltar una gracia o una burrada para compensar, para que la pena se vaya. Y en ese estado, mi modo de lidiar con la pena fue atraparme en historias policiacas. Una detrás de otra, a todas las horas y en todos los huecos libres. Estar pendiente de la trama, de cómo avanza, de quien es el asesino… y cuando se resuelve, porque lo bueno de las historias policiacas es que siempre se resuelven para poder volver a empezar.
Con la excusa de que estaba esperando feedback apenas he escrito desde que Soseki se fue, de hecho, no he escrito nada. Tendría que ponerme las pilas. Pero ¿me da tiempo? Tendría que sacar el proyecto en tiempo record, dedicarme en cuerpo y alma todas las horas que quedan de aquí al final del plazo. ¿Y si dejo pasar esta convocatoria? No pasaría nada. ¿Y si te presentas y no te cogen? A fin de cuentas es lo más probable. Ya fuiste una vez y quizás prefieren que ese hueco lo aproveche otra persona. Pero prefiero presentarme y que no me cojan, que intentarlo y quedarme con la duda. Si no me presento sentiré que he dejado correr una oportunidad maravillosa, y que la he dejado pasar porque estaba demasiado ocupada refocilándome en mi duelo, y no me gusta permitirme esos lujos.
Me estuve documentando en cuanto me enteré de la convocatoria, tengo que mirar mis notas, aquí están: La historia de Doramás, el héroe guanche; la historia de Betancourt… es interesante pero ¿me apetece escribir una serie histórica? La verdad es que… También estuve leyendo los recortes de prensa de aquel asesino en serie, ¿cómo se llamaba? el de Gran Canaria, el que se escapó de una cárcel y se escondió en una casa abandonada, el que mató a unos extranjeros y casi asesina también a su mujer. Tampoco estoy segura de que esa sea una historia que me apetezca contar.
¿Qué quiero contar de verdad?, ¿qué conseguiría sacarme de este letargo? Un thriller policiaco, una historia con un misterio que consiga que los demás se entretengan y se diviertan. Como aquellas que siempre encuentro a mano cuando las necesito y a las que tanto tengo que agradecer.
¿Cómo quiero que sea la historia? Luminosa. No quiero hacer Mare of Eastown, ni True Detective, ni algo denso o difícil de asimilar. La experiencia lectora me dice que hay muchos investigadores diferentes, pero que gran parte de ellos están torturados, quemados, con problemas de alcoholismo y duros pasados a sus espaldas. Mi investigador, o investigadores, serán distintos. Serán risueños, motivados, a gusto con la vida. Ahora que me acuerdo, tengo escrito un logline que nunca usé para nada acerca de un chiringuito en la playa, una trama de contrabando, y un horizonte lleno de tablas de surf. ¡Eso es! Surf. ¿No te presentaron una vez a un tipo que trabajaba el mundial de surf de Fuerteventura? Sí, aquí está, lo tienes guardado, tengo que escribirle. ¡Perfecto! Ya tengo ubicación. El mundo del surf es perfecto porque tenemos kilómetros de playa, miles de deportistas que lo practican y no recuerdo ninguna ficción reciente que tenga algo que ver. El surf es color azul del mar, es olor a sal. Un policiaco que huela a playa, que llene la línea del horizonte de velas y cometas y suene a rompeolas; eso es lo que quiero, es lo que necesito hacer y por suerte o por desgracia tengo una cuenta atrás para conseguirlo:
48 Horas después:
Sotavento:
Durante el Campeonato Mundial de Kitesurf y Windsurf, una serie de sucesos inexplicables harán que un joven Teniente de la Guardia Civil, una manager deportiva y una Brigada con aspiraciones literarias desentrañen una trama de terrorismo ecológico, mística folclórica y fundamentalismo surfero.