Esta historia comenzó hace siglos, cuando el monje irlandés San Brandán el Navegante halló una misteriosa isla más allá de El Hierro. Un trozo de tierra mágica que aparecía y desaparecía entre la niebla. Desde entonces, numerosos barcos han surcado los mares de las Canarias, buscando en vano a esta isla errante. La última expedición salió de Tenerife en 1721.
En el Tratado de Alcazobas de 1479, consta que todas las Islas Canarias (incluida la isla de San Borondón, apelada como «la Inaccesible», «la Non Trubada», «la Encubierta», «la Perdida» y «la Encantada») pertenecen al reino de Castilla. Fue este detalle de la leyenda el que me atrajo: significaba que, oficialmente, había una novena isla canaria que pertenecía a España, incluso cuando, según los mapas actuales, esta no existía.
Y así me surgió una pregunta: ¿Y si en pleno siglo XXI la isla de San Borondón aparecía de la nada, como por arte de magia? ¿Según qué ley natural o de ciencia ficción podría esto ocurrir? ¿Y cómo responderían las autoridades y los civiles a un suceso tan inusual? Este pensamiento fue justamente el germen de la idea que envié al laboratorio de guión de IslaBentura Canarias, con el título de Non Trubada.
Y así, en mi historia, la hermosa isla de El Hierro se convierte por cuestión de cercanía en el puerto de salida de las nuevas expediciones que se dirigen a San Borondón; y los que la habitan terminan arrastrados por el misterio que envuelve a esta tierra “encantada”. Gracias a esta leyenda, tengo la suerte de escribir sobre dos islas maravillosas, El Hierro y San Borondón, cada una con una magia y un alma muy diferente, pero que a su modo son una parte esencial del encanto de Canarias.
La historia de mi participación en esta iniciativa comenzó hace mucho menos tiempo, en el Encuentro de Guionistas de 2022 en Valencia, en el que me enteré de este certamen y de que aún quedaba un mes de plazo. Fue un mes intenso, en el que leí tantas historias y curiosidades de las Islas Canarias como pude, y así descubrí la leyenda de San Borondón, desconocida en la península, pero muy popular entre los canarios.
El tiempo de espera para la resolución se me hizo largo y corto al mismo tiempo, y cuando por fin llegó el día, y la mañana pasó sin llamadas ni noticias, ya casi había asimilado que no había sido seleccionada (“casi” porque un poco de esperanza siempre queda, hasta escuchar lo contrario). Casualmente, ese lunes había quedado para comer con una amiga que vivía en Tenerife y había venido el fin de semana a Madrid. Y frente a ella, en un restaurante, con un plato de comida india delante, recibí un mensaje de WhatsApp: “¡Enhorabuena Carolina!”, junto al enlace del artículo del fallo del jurado.
El que me había felicitado era Sergio Barrejón, que fue uno de mis profesores en el Máster de Guión de la UPSA y con el que colaboro en Bloguionistas. Mi reacción consistió en una sonrisa nerviosa, bastante bobalicona, mientras buscaba mi nombre en el artículo enlazado. Tardé en encontrarlo más de lo que debería, cosas de nervios, pero ahí estaba: Carolina Daza León, ‘Non Trubada’.
Han pasado varias semanas desde ese dos de mayo, pero creo que parte de mí aún está en ese estado de asombro.