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Estaba en casa realizando una de esas tareas tediosas, pero tristemente necesarias, cuando pasadas las dos de la tarde recibo un wasap de Nuria Cabello, guionista que conocí hará casi dos años en un pitch en Ibiza. En el wasap, creo recordar, únicamente un link y un emoticono dando palmas.

Pincho en el link y voy pasando el dedo por la pantalla del móvil para ir descubriendo los rostros de los seleccionados en el laboratorio de guion IsLABentura Canarias y me alegra encontrar la imagen de Nuria. De repente me quedo observando una jeta ojerosa intentando con esfuerzo y escaso acierto, esbozar una sonrisa decente. Resulta que soy yo. Me levanto de la silla y enciendo el ordenador de mesa, por fin tengo algo que merece la pena compartir en las redes entre mis generosos 150 seguidores de Twitter. Al final solo cinco o seis pincharán sobre el megusta, pero me pasa como con los equipos modestos en cualquier deporte, un ascenso o una permanecía deben celebrarse como la consecución de un título.

Rebajada un poco la euforia, curioseo el currículum de mis compañer@s y de paso, también el de los tutores, y como no podía ser de otra manera, me sobreviene el síndrome del impostor. ¡Uff, cuanto talento! ¿Estaré a la altura? Menos mal que no es una competición, pero aún así, uno no quiere que se le noten demasiado las vestiduras. Pero basta de hablar de mí y hablemos de la serie, que a fin de cuentas es por lo que estoy aquí.

Menuda Banda, es una comedia musical en la que Nuno, el guitarrista líder de una veterana banda de hard rock, recibe un ultimátum del resto de la banda tras una desastrosa actuación: o soluciona sus problemas con el alcohol antes de empezar la gira americana o será sustituido. A Nuno regresa a casa de su madre en La Palma y allí se encuentra con la que fue su primera novia antes de empezar su carrera musical, Helena, que trabaja en un programa de reinserción social a través de la música. Nuno se compromete a dar clase a los cinco conflictivos adolescentes para impresionar a Helena sin darse cuenta de que su vehemencia le acarreará una cascada de decisiones vitales.

Me apetecía mucho volver escribir comedia, más que nada porque llevo matando gente (en la ficción se entiende) desde que tengo uso de razón y regresar a ese género tan difícil y a veces tan incomprendido y vapuleado como es la comedia.

De manera asidua, suelo leer el periódico mientras me tomo el café en el bar. Me gusta leer los artículos más pequeños porque es ahí donde suelo encontrar las historias más interesantes. La mayoría suelen ser noticias tipo: “Expareja denuncia a su novio por no compartir el premio del Euromillones” o “Le embargan la nómina porque el hombre que okupa su casa no paga la luz”. Así fue como me encontré con la noticia de la organización Barrios Orquestados, un proyecto pedagógico que recorre varios barrios de Gran Canaria aunando música y compromiso social.

Es sabido que la música posee muchos beneficios; ayuda a mejorar la memoria, sirve como forma de expresar emociones y sentimientos, permite liberar estrés y mejorar la coordinación, fortalece la autoestima y aumenta el sentido de la responsabilidad.

La música es en sí una misma actividad inclusiva, en la que todos y cada uno de los integrantes del grupo tienen cabida en él y son imprescindibles para el resultado final.

Romper barreras culturales, sociales y de género, utilizando la música y la comedia como forma de expresión e integración, me pareció un tema muy interesante a explotar en una ficción. Menos mal que la organización y el jurado pensaron lo mismo, sino aún seguiría ordenando la ropa en el armario por culpa del cambio de tiempo.