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Javier MoralaParticipantes

Mayo. Sabe Dios que no creo en Él.

Respecto a lo que pasó el 3 de mayo, aún no he sido capaz de encontrar una respuesta que no aluda a un ente místico.

Cuando te dedicas a escribir, o pretendes hacerlo, el camino a seguir está plagado de espinas. Sí, además, quieres intentarlo en medio de una pandemia mundial, con treinta años, un trabajo estable, viviendo en Tenerife, sin contactos en el mundillo y con la autoestima de un ratón de laboratorio, el camino es realmente inhóspito.

Una semana antes de dicha fecha, como en la vida de cualquier escritor, estaba buscando trabajo de cualquier cosa que me permitiese seguir escribiendo. La gente te dice: a ver, siempre puedes trabajar “de cualquier cosa”.

Pues me gustaría contestar a esa gente que no. No puedes trabajar “de cualquier cosa”, porque para eso, hay que tener experiencia en “esas cosas”. Si se busca un camarero, quieren a alguien que tenga experiencia demostrable como camarero, como es lógico.

Ante ese panorama, la sombra de volver al mundo de la empresa asomaba por el horizonte, ya que es el campo en el que había adquirido experiencia antes de dar un giro a mi vida hace unos años.

Porque si hay algo mejor que dedicarse a escribir es poder hacer tres comidas al día.

Así que me encontraba en Santa Cruz, inmerso en un proceso de selección bastante avanzado y en el camino de vuelta al mundo al que no quería regresar y viendo que en pocos días mi vida feliz habría acabado. Para colmo, en ese periodo reflexivo perdí la cartera. Así que, además, estaba indocumentado y acababa de cargar el abono transporte.

El viernes de esa semana fui a la comisaría de policía de Santa Cruz donde un amable agente me indicó que los viernes no abrían la oficina de objetos perdidos. Como buen madrileño estresado, maldecí camino a casa a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad de Santa Cruz y poblaciones aledañas. Porque si en algo tengo talento, es en quejarme hablando solo por la calle.

Llegué a casa y me dije, el lunes voy a comisaria, renuevo el DNI, y si no me han seleccionado en IsLABentura vuelvo a la empresa y me olvido de la idea de escribir.

El fin de semana pasó con aparente tranquilidad, a pesar de la trascendente conversación que tuve conmigo mismo el día anterior.

Llegó el lunes, desayuné tranquilo, me armé de paciencia y me presenté en comisaría dispuesto a renovar mi DNI. Al comentárselo al señor agente, me dijo que, por si acaso, iba a mirar primero en objetos perdidos. Yo le dije que estaba de acuerdo, más bien por cortesía, porque no albergaba esperanza alguna. Para mi sorpresa, el señor agente -cuyo nombre no consigo recordar-, trajo consigo mi cartera, con todo lo que tenía dentro la última vez que nos vimos.

Abracé a ese hombre de manera instintiva y completamente invasiva, y él me correspondió, sabiendo que en ese abrazo iba implícita además la reconciliación entre los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado y mi persona.

Henchido de alegría volví a casa, llamando a familiares y amigos para contarles que había recuperado la cartera. Os hago una recomendación, muchas veces las cosas que pensamos que son alucinantes no lo son para el resto, pero en ese momento me sentía imparable y me daba igual lo que pensasen los demás.

Aproveché para ir al supermercado y hacer la compra de la semana. Para mi sorpresa, en hora punta, una caja se quedó libre y no tuve apenas que esperar para pagar. Algo pasaba y no estaba muy seguro de qué era.

Fue a la hora de la comida cuando me di cuenta de lo que estaba pasando. Fui a abrir un aguacate que le había pedido la semana pasada a mi frutero, para que estuviese perfecto para el lunes. Para mi sorpresa estaba en su punto óptimo.

De repente, una bombilla se encendió y me di cuenta de que estaba ante una ventana de cosas buenas y tenía que aprovecharla. Así que hice todas las cosas que normalmente me salían mal porque sabía que iban a salir bien, y compré un boleto de Euromillón. Subí a recoger la ropa que había tendido y ya estaba lista y seca, en tan solo media hora. El sol relucía, pero en cuanto tenía calor, se nublaba para aliviarme y que no pasase calor.

Estaba inmerso en una especie de “Show de Truman” positivo cuando recordé que ese día se publicaba la resolución de isLABentura. Abrí la página, nervioso, pero a la vez tranquilo, sabiendo que estaba teniendo un día maravilloso. Abrí el documento y vi que el primer nombre en la lista era el mío. Podría detallar como fue ese momento, pero me derrumbé, simple y llanamente me vine abajo y me puse a llorar como un bebé. Llamé a mi madre e intenté contárselo entre sollozos y mi respiración agitada. Tras darse cuenta de que no estaba sufriendo una embolia y entender lo que le quería decir, percibí que también se emocionaba de inmediato conmigo.

Fue probablemente uno de los mejores momentos de mi vida, y de verdad no exagero. No porque disipe los malos momentos que puedan venir en el futuro, que los habrá, sino porque tengo un recuerdo al que agarrarme cuando dude de mi capacidad como escritor y cuando me plantee si este es el camino correcto.

He recuperado el último párrafo de mi solicitud para isLABentura y decía lo siguiente:

“A nivel personal es una necesidad. Necesito saber que la decisión que tomé hace unos años, de dejar todo por dedicarme a escribir y cambiar radicalmente de vida ha merecido la pena. Amo contar historias, es mi manera de formar parte de este mundo, y esta oportunidad es la posibilidad única de contar la historia de lo que pasó en Un Supermercado en Tigaday.

Por tanto, me gustaría dar las gracias a todos los que lo han hecho posible, así como a todos los que me quieren por aguantarme y soportarme. Agradecer también a la Policía Local de Santa Cruz de Tenerife por ser tan amables, a la persona que devolvió la cartera en Comisaría y a mi frutero de confianza por el aguacate perfecto.

Les dejo por ahora, y en la siguiente entrada del diario os hablaré de “Un Supermercado en Tigaday”, y cómo surgió la idea de contar esa historia, fruto también de los designios del destino.

Gracias por leerme.

Posdata: No me tocó el Euromillón.

Posdata 2: Una hora después de enterarme de que había sido escogido para isLABentura me llamaron del proceso de selección para decirme que el puesto era mío. Lo decliné educadamente con una felicidad suprema.