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Platanera

Ya de regreso al mundo real y habiendo recapacitado sobre la increíble experiencia que supuso la primera semana de Islabentura Canarias, me doy cuenta de que una de las cosas más importantes que me llevo es ser consciente del valor de la documentación, un tiempo de preparación del que muchas veces no disponemos y, precisamente por eso, lo entiendo como un regalo. Es una suerte que este laboratorio nazca con la idea de contar historias desde las propias islas ya que nos da la oportunidad de conocerlas de primera mano. De ahí que mi primera visita a Tenerife estuviera dedicada íntegramente a conocer la ciudad de Santa Cruz, la cultura, la comida, la forma de hablar y las costumbres de los canarios en el genial ámbito de las bodas. Veamos cómo fue mi viaje y mis tres sesiones de documentación:

Día 1: Situar a mis personajes en Santa Cruz de Tenerife.

Para mí es muy importante conocer quienes son mis personajes al ubicarlos en la ciudad en la que viven. Eva, mi protagonista, quiere comprarse un piso a pesar de las dificultades económicas y yo necesitaba conocer en qué barrio querría vivir ella, qué lugar tiene sus vibraciones y a qué punto de la isla pertenece. Por eso, lo primero que hice fue recorrerme Santa Cruz de Tenerife, informarme sobre sus barrios y el tipo de vecinos y ambiente que hay por zonas para tomar decisiones. Finalmente, me decanté por situar a Eva en el entorno de la calle La Salle y al resto de su familia en Las Mimosas.

Día dos: Mi gran boda canaria.

“Pagar el cubierto” es una película “de bodas” y, como tal, se desarrolla en ese ambiente. Pero, ¿cómo es una boda canaria? ¿Un menú canario? ¿Tienen los novios las mismas costumbres que en el resto de España? Para enterarme de todo, lo primero que hice fue entrevistar a Andreas Fischer, uno de los oficiantes de bodas más auténticos de Tenerife y al que desde aquí recomiendo a los futuros novios que quieran casarse en las islas. Andreas, además de contarme sus experiencias y hablarme del típico cochino negro canario, me puso al tanto de los distintos tipos de bodas en función del presupuesto, algo clave para mi película, que se desarrolla básicamente entre dos polos opuestos: el lujo y la miseria.

La boda miserable es el centro de la historia y, después de hablar con él y de visitar la playa de las Teresitas a media hora de Santa Cruz, decidí ubicar allí mi boda central. Bien, eso ya es mucho. Pero todavía me faltaba situar la boda de referencia, la gran boda, la boda de bodas. ¿Y dónde podía ser? Los hoteles de lujo no me convencían y yo quería algo propiamente canario. Visité el precioso espacio Palmetum, pero le faltaba el toque excesivo que yo buscaba. Es ahí donde entró en juego el otro gran valor de Islabentura: mis compañeros. Javier Morala, guionista madrileño de adopción canaria, me dio la clave para ubicar la boda perfecta, la de los pudientes, la que yo buscaba: ¡en una platanera! Yo nunca había estado en una y no tenía muy claro cómo son, así que me puse manos a la obra a investigar.

Día tres: La platanera de mi corazón y excursión cetácea.

Inicialmente, el día estaba planteado para estudiar las despedidas de soltero típicas de la isla, pero la información que conocí la noche anterior trastocó mis planes y arranqué mi último día de documentación con un viaje por carretera a lo Thelma y Louise con mi compañera Diana Rojo, solo que esta vez sin descapotable y con un chófer que nos regalaba toallitas de aloe vera.

Nuestra primera parada fue la finca El Lomo, una platanera alucinante que nos enseñó su dueña acompañada por su perra Paca, el lugar perfecto no sólo para la boda de mi película sino para mi hipotética boda si es que algún día llega a pasar. Un enclave de ensueño, la finca perfecta, desde que entramos lo vi. Así que me fui feliz y consciente de tener ya ubicados los lugares más importantes de mi película. Y de allí, sin intuirlo si quiera, nos fuimos directas a una de las experiencias más bonitas que viví durante mi viaje: una excursión para ver cetáceos, actividad vinculada al proyecto de Diana pero que, gracias a la magia de la documentación y el compañerismo, también estará en la mía. Y no por la propia excursión, sino por los dos guías que nos acompañaron: bilingües, multiculturales y apasionados por los animales marinos como demostraron al contactar con las autoridades para salvar a un pequeño calderón atrapado en un hilo de basura. Y así, de esta forma tan inesperada, encontré la profesión de mi protagonista sin estar ni tan siquiera buscándola.

Por lo tanto y en definitiva, si algo me llevo de esta fase de documentación es que por un lado hay que prepararse bien el viaje… pero también dejarse llevar y permitir que los lugares y sus habitantes te sorprendan. Y esto, amigos, es imposible que no pase en una isla tan maravillosa como esta.

Tenerife

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