Empezaré por el final: IsLABentura 2023 ha terminado. El último encuentro en la isla de Lanzarote tuvo lugar hace unos días y con él nos despedimos de siete meses de trabajo intenso, intercambio creativo y convivencia intermitente. Saber poner el punto final es un arte extraño porque en la vida, afortunadamente, los finales nos sobrevienen o se desenroscan de manera inesperada para dejarnos pensando: “Pues vaya, parece que esto acaba así”. A los guionistas nos encanta conocer cómo van a terminar las cosas. Vivimos preocupados por lo que pasará después y si rima con lo que ocurrió antes. Es una deformación profesional de casi todos los que narran historias. ¿Quién no recuerda cómo contar un chiste pensando precisamente en el chascarrillo final? Por eso resulta tan bonito y liberador cuando alguien, en la vida real, decide celebrar un final a pesar de no saber exactamente cómo va a desarrollarse. La dirección y la organización de IsLABentura lo tenían claro y buena prueba de ello es que lo planearon para que cada uno de los participantes de esta edición volase de vuelta a casa con dos árboles plantados sobre los imponentes acantilados del risco de Famara. A partir de ahora, nos ocurrirán mil vicisitudes (a nosotros y a nuestros escritos) pero el caso es que estuvimos todos juntos ahí arriba, nos manchamos las manos con la tierra y dejamos algo atrás que siguió creciendo aún cuando dimos la experiencia por finiquitada.
Hablando de finales, el pitch es uno de esos procesos en el desarrollo de un proyecto audiovisual que se nos antojan como terminales o irreversibles. Hay algo en los preparativos (repetitivos, machacones y teatrales) que van cargando a una de expectativas resbaladizas y desasosiegos infundados. Condensar siete meses, o más, de trabajo en cinco minutos de exposición supera a la lógica y hace que una viaje en el tiempo hasta la más tierna infancia cuando insistía en meter un cubilete en aquel hueco circular de la pared. Una puede pasarse mucho tiempo obsesionada con los intentos fallidos hasta que por fin se da cuenta que un cubilete es un cubilete y un círculo es un círculo. Lo que quiero decir es que el pitch no es el guion sino una de sus representaciones, como el propio guion es una representación de la idea de una potencial película y una película termina siendo una representación del guion… por muy incoherente, performativo y demencial que suene todo esto. Al final es un juego de espejos con el que una tiene que aprender a sentirse cómoda, a disfrutar en cierta forma y, sobre todo, a confiar.
La familiaridad y empatía que fomenta IsLABentura entre guionistas, productores e invitados ayudan a que el pitch, aún siendo una presentación en busca de financiación y colaboraciones, se sienta más como un filandón leonés. Los filandones eran reuniones vecinales nocturnas que se celebraran en los meses de otoño e invierno en los pueblos de los páramos del Bierzo y en las que se narraban cuentos junto al fuego mientras se hilaba la lana. En esta sesión de pitch-filandón, catorce personas relataron catorce cuentos en las entrañas del Castillo de San José, también conocido como la Fortaleza del Hambre, en Arrecife, entreteniendo pero también transmitiendo todo aquello que habíamos aprendido en los meses más calurosos del año, meses de investigaciones, entrevistas y peregrinaciones. Visto desde fuera y sin contexto alguno podríamos haber parecido un grupo de reos que compartían historias para reconfortarse mientras esperábamos el veredicto a nuestras sentencias o tal vez prisioneros intentando comprar nuestra libertad utilizando las fábulas como moneda de cambio. ¿No tienen ustedes la sospecha de que Cervantes entrenó su genial capacidad narrativa mientras estuvo preso en las bodegas de una galera argelina? Los espacios en los que uno fantasea, crea y relata impregnan las historias y, aunque nuestra situación era infinitamente más benévola que la del manco de Lepanto, desde luego que invitaba a viajar con la imaginación hacia horizontes lejanos donde cabalgar en libertad y estamparse a gusto contra unos molinos.
La gala de la entrega de premios tuvo lugar en otro enclave muy evocador y cinematográfico: Los Jameos del Agua, un magnífico tubo volcánico coronado por un cenote y maravillosamente acondicionado para visitas y eventos por el artista lanzaroteño César Manrique. Quien me conoce bien sabe que este lugar me llena de felicidad porque no hay actividad a la que recurra con más frecuencia y satisfacción que a la de encuevarme. Me sentía como en casa. Disfruté de una gala divertida y llena de risas gracias a los maestros de ceremonia: Emilio González y Nacho Peña, donde la Fundación Algo en Común, institución colombiana para el fomento y el impulso de historias diversas y transformadoras en Latinoamérica, premió mi proyecto Calado con una asesoría por parte de sus tutores. El jurado internacional de IsLABentura también premió Calado con la distinción Canary Islands Film como mejor guion canario y a mi se me quedó una cara de tonta bastante evidente, como recién caidita del guindo, porque, aunque esté mal decirlo, son tantas las patadas en el culo que un beso en la frente a veces te deja fuera de juego. No se preocupen porque me aferré bien a mis galardones y los metí en el bolso en cuanto tuve ocasión. Estos reconocimientos fueron preciosos y les estoy muy agradecida pero tengo que admitir que lo más emocionante fue ver la reacción de mis compañeros; su apoyo, su alegría y sus caras encendidas de ilusión. Les miraba y pensaba en la suerte que había tenido al ser seleccionada en un laboratorio de escritura de guion donde se fomenta un intercambio creativo constructivo y en positivo, donde todo el mundo tiene un hueco y algo que aportar. Este maravilloso grupo de escritores me ha demostrado que ser talentoso no está reñido con la generosidad, la tolerancia y la naturalidad. Qué regalo haber podido estar cerca de esos corazones tan grandes con los que escriben y viven la vida.
Bueno, basta de sentimentalismos y hablemos de la fiesta de clausura. Tuvimos la gran suerte de que la celebración coincidiera con una tremenda luna llena y, sin esperarlo, fuimos testigos de un inusual fenómeno en Los Jameos del Agua, donde la marea subió a medianoche para anegar y hacer suya parte de la pista de baile. Era como si el océano se hubiese animado a bailar y a festejar con nosotros que, lejos de amedrentarnos, aceptamos la invitación y nos descalzamos. Chapoteando al ritmo del caleidoscópico soul de DJ Piri (cautivador con sus gafas de sol en plena madrugada y en el interior de una cueva) pusimos punto y final a esta edición… seguido de otros dos porque esto es IsLABentura y nunca se sabe.