
Esta carta es una queja. La foto dosmilera, al estilo Nenika Style, es solo para que se entienda mi estado emocional. La hice en una playa de Puerto Naos, en una comida en la que entendí un poco mejor de dónde salía ese ser de luz que es Josep Gatell. Si, las Converse, no son Converse, son Victoria. Yo soy rebelde porque el mundo me ha hecho así….
Llevo días retrasando escribir este último relato: “No tengo tiempo. Mi cabeza hoy no da para más” es la excusa que más me he repetido.
En parte, es verdad. Pero quizá esta vez el blog no va de intentar escribir algo con ingenio.
Voy a dejar de hacerme la dura y a hacer una confesión que hasta que no me he puesto [a las 2:30 de la mañana} a escribir, no he sido capaz de reconocerme ni a mí misma.
No me da pereza. Me da pena. Ya lo he dicho.
Esta carta da por finalizada una etapa que, por diversas razones que probablemente no vengan a cuento, ha sido muy importante para mí.
Y yo soy de digestiones lentas. Necesitaría un mes más para poder digerir la experiencia y poder hablar con sentido de ella.
También necesitaría un mes para escribir el nombre de todas las personas implicadas y a las que quisiera agradecer la experiencia. Unas semanas después de la gala, todavía mis palabras siguen siendo limitadas. Me rindo y me limito a decir que estoy muy, muy agradecida. Sin adornos.
Por eso, esta carta es una hoja de reclamaciones: me piden algo que, por ahora, está fuera de mi alcance. No quiero tener que despedirme. No quiero cerrar esta etapa. No quiero pensar que nuestros encuentros no se van a repetir. No quiero dejar de sentirme arropada. Porque entre otras cosas, eso ha sido IsLABentura: Un abrazo de seis meses.
Así que, como diría María José Manso, a veces lo mejor que puede hacer una es mostrar su vulnerabilidad y reconocer que estoy en absoluto desacuerdo con esta despedida.




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