
Todavía estoy digiriendo la semana en Canarias, y me refiero en el sentido más literal. ¿Cómo puede la gente comer tanto? ¿Alguien me puede pasar un omeprazol?
Tracto intestinal aparte, sigo procesando la semana (esta vez metafóricamente hablando). Y es que cuánta gente. Cuántos talleres. Cuánta información que almacenar. Cuántas conversaciones. Cuántos pitches. Cuánta comida (esto ya lo he dicho, pero siento que debo subrayarlo más).
Se podría decir que fue una semana de perro, porque era equivalente a 7 de humano.

Un par de días quitándome arena de sitios que ni conocía
Sufrí además unos problemillas de salud. Mi estómago dijo “hasta luego, Maricarmen” porque no puedo dejar de ser la princesa del guisante. Eso me obligó a recluirme de las actividades sociales un par de días con provisiones dignas de hospital (gracias HiperDino, una vez más) y ver desde la ventana de mi habitación, cual meme del gato con los ojos llorosos, cómo mis compañeros disfrutaban de la playa y la piscina.
Pero tengo buenas noticias: ya regresé de entre los muertos. Y pese al gran esfuerzo, creo que ha merecido la pena. Eso sí, eché en falta pasar más tiempo de calidad con los compañeros, más allá de los lugares en común como talleres y comidas (porque se comía mucho, no sé si lo he comentado). Momentos para hablar de la vida y de nuestros proyectos. Porque si hay algo mejor que una piscina de hotel, es un rajar. Eso une más que la Selección.

La multi llamada que emocionó a Spielberg
Creo que tengo mi batería social cargada hasta 2026 y, a la vez, me siento con una especie de síndrome de nido vacío. La vida está llena de contradicciones, y habrá que esperar a octubre. Además, me han dicho que hay peluches del dinosaurio de HiperDino y yo no sé si podré esperar hasta entonces.

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