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Muchos guionistas, como es mi caso, tenemos que alternar la escritura con otro trabajo para llegar a fin de mes. Yo incluso me siento afortunado, porque no me alejo de la rama audiovisual ya que trabajo de operador de cámara y editor. Pero no siempre he tenido esa suerte, y algún que otro verano me lo he pasado en la caja registradora de un supermercado, intentando, como siempre, hacerlo lo mejor que he podido o sabido.

Hay dos etapas de escritura con las que más disfruto y las dos no podrían estar más alejadas entre sí; una es en los inicios cuando todas las ideas, por muy absurdas y locas que me parezcan, van a parar al papel (empiezo escribiendo en cuadernos y notas, cosas de la edad supongo) y la otra es la etapa de reescritura, cuando ya has pasado la dura prueba del primer borrador y toca darle forma y color a la historia.

Superada la primera etapa con ilusión e incluso con cierta inocencia, es cuando el viaje se empieza a embarrar. Toca escribir y reescribir tratamientos, sinopsis, escaletas y carpeta de personajes. Es solo después de todo eso cuando comienzo a escribir lo que se convertirá en el primer borrador. El primer día no suelo pasar de la portada. Me tiro como media hora, sin exagerar, decidiendo el tamaño de la letra, si debería poner el título en negrita, subrayado o en cursiva. A pie de página y con algo más de rapidez, anoto mis datos personales.

En la página siguiente: 1. EXT. CALLE-NOCHE o por la secuencia con la que decida empezar. La primera página siempre asusta, quieres empezar fuerte, para enganchar al lector y ya no soltarlo, pero los guiones ni se leen ni se escriben como una novela y tienen sus propios códigos (supongo que hay quien discutiría mi opinión al respecto y con gusto, la escucharía y debatiría).

Pero en esta etapa no le doy demasiada importancia a la cantidad, sino que al día siguiente te pongas otra vez frente a la página, y al día siguiente, y al siguiente y… Creo que lo habéis pillado.

Dejo el móvil en silencio, excepto las llamadas entrantes; una de dos, si te llaman es porque es importante, o porque quieren venderte algo. Si es lo primero, mejor que lo cojas y si es lo segundo, mejor que cuelgues y bloquees.

Suelo escribir escuchando música, no porque sea muy melómano, pero es que el silencio me incomoda tanto como el ruido, la música mitiga ambos. Tengo listas varias y sino recurro a clásicos que siempre me funcionan como Van Morrisson, Marvin Gaye o Tom Petty and The Heardbreakers. Después ya solo es cuestión de seguir el camino trazado con el tratamiento y la escaleta que he escrito previamente, sin prisa, pero sin pausa. Si un día solo puedo una hora, pues una hora, si otro día son cuatro, pues bienvenido sea. Echar la vista atrás en esta fase, para mí es un error. Escribo como si no hubiera un mañana, la reescritura se acerca y es ahí donde uno se rebana los sesos e incluso alguna que otra vez, se cortaría las venas.

Por el camino tampoco me censuro, ya tendré tiempo de quitar lo que no me guste o convenza, ante la duda, lo suelo marcar en rojo. De 100 veces, 99 acaban en la papelera.

Superado el primer borrador, llega el turno de empezar con la reescritura. Lees esa temida primera versión y es como si un jugador de baloncesto de 2:20 te abofeteara la cara con la mano abierta. Es inevitable que te sobrevenga el síndrome del impostor, pero calma, es normal, ese primer borrador solo te está diciendo que aún queda mucho trabajo que hacer, pero también que ya tienes una base sólida con la que continuar. No nos engañemos, no va a ser un viaje fácil porque las dudas te asaltan a cada decisión que tomas. Quien diga lo contrario, a mi parecer, miente, es un genio o va de sobrado.

Llevo más de veinte años escribiendo con mayor o menor suerte (con algo más de lo segundo) pero este viaje es diferente. Gracias a IsLABventura Canarias no viajo solo. Hay 13 guionistas más (me gusta verlos como 13 samuráis, casi el doble que en la peli de Kurosawa, pero los mismos asesinos que en la de Miike, cada uno con un estilo propio y personal, pero todos listos y preparados para la lucha) y a mi suerte de tutora, Marta Sánchez, que se le ocurren ideas aún más locas que a mí.

 

Sin duda es un plus de seguridad saber que están ahí, por eso estoy convencido de que muchas de las historias de IsLABentura Canarias llegarán a buen puerto. Por mi parte solo deciros, que no os quede duda de que, con Menuda Banda, lo habré intentado, como siempre, hacerlo lo mejor que he podido o sabido.