Pienso que crear un universo propio donde los personajes estén vivos es el gran reto de un guionista. Para mi no existe otra forma de conseguirlo que meterse en la piel de los personajes. Es un ejercicio complejo, porque no solo necesitas previamente tener mucha documentación sobre su profesión, sobre su forma de vida, muchos detalles, sino que además tienes que ponerte en sus circunstancias. En mi caso,“Gregarias”, se trata de un drama, lo cual te obliga a entender su dolor, y en cierta medida, explorar en tu propio dolor para conectar con el de los personajes. En mi caso, explorar mi dolor y mis motivaciones como ciclista me ha dado ventaja para entender el dolor de mis personajes, o quizás simplemente proyectarlo.
Supongo que es un proceso similar al que realizan los actores. Esa conexión entre el dolor de los personajes y el dolor del guionista es como un soplo de vida para los personajes. Efectivamente hay un momento en el que sientes que los personajes se te revelan, que cobran vida y que no puedes controlar su movimiento en la trama… Es entonces cuando son capaces de emocionarte, de hablar por si mismos, de ser orgánicos. Eso significa que el trabajo está bien hecho.
Este es un proceso duro, largo en ocasiones y que exige de momentos de mucha concentración. Hay que exigir a la mente que no se escape por el camino fácil, porque la tentación de caer en los estereotipos, en los lugares comunes, es siempre muy fácil. Muchas veces cuando me bloqueo, cuando no soy capaz de encontrar lo orgánico en un guion, acabo tirando de las referencias, imitando en lugar de crear… A veces es simplemente para solucionar una escena en la que estoy bloqueado, y la señalo en rojo para solucionarla más adelante. Esas escenas son siempre un dolor de cabeza…
En Gregarias tenía algunas ventajas. Había leído la biografía de algunos ciclistas y sabía de las miserias por las que alguien tiene que pasar para alcanzar sus sueños dentro del ciclismo. Inspirarse en algún personaje real siempre ayuda mucho, y en concreto Maider Echavarren, mi protagonista, tiene detalles de Annemiek Van Vleuten, que perdió a su padre prematuramente, al igual que un ciclista poco conocido, pero que escribió una maravillosa biografía Charly Wegellius. Ambos, como Maider, parecen tener una extraordinaria capacidad de sufrimiento, o quizás de autocastigo… El valor de Wegellius fue contar lo que normalmente no se cuenta, la cara oscura que tiene cualquier deporte, es decir, lo que nunca cuentan los equipos ciclistas en sus canales de la redes sociales.
Reconozco que la serie documental de Movistar “El día menos pensado”, un seguimiento sobre sus equipos ciclistas, me sorprendió gratamente en su primera temporada, donde no ahorraron detalles sobre sus disputas internas y otras miserias. Fue un ejercicio de honestidad sobresaliente.
Una vez que tienes los personajes hay que convencerles de que tienen que circular por una trama que nuevamente te puede conducir a lugares comunes. Por desgracia en televisión son raras las series que se saltan los esquemas narrativos clásicos. También es cierto que algunas los subliman de una forma magistral, o extraordinariamente magistral como en el caso de “Succession”.
Reconozco que he usado el “viaje del héroe”. Es una estructura en la que me siento muy seguro y que entiendo muy bien. Mientras escribía “Gregarias”, no podía dejar de recordar “La guerra de las Galaxias” y la historia de ese joven, Luke Skywalker, que también ha perdido a su padre. Como Maider, él también tiene un don, una habilidad especial que desconoce, y como Maider, él también tendrá que asumir una responsabilidad para la cual no está preparado.
No hay nada de malo en utilizar estructuras narrativas predefinidas, por mucho que los guionistas sintamos en ocasiones un pinchazo de fracaso al no inventar nada nuevo… Quizás lo nuevo pueda estar en la mezcla de todos esos elementos para crear algo diferente, dicen que en eso consiste la posmodernidad.
Una vez que tienes a los personajes y tienes la estructura es cuando tienes que hacerles convivir. Tiene que convencer a los personajes para que hagan una serie de acciones y tienes que llenarlos de motivaciones… Motivaciones que resulten claras convincentes y poderosas, no solo para ellos sino también para el espectador. De lo contrario los personajes serán de paja, es decir, serán como robots siguiendo una programación.
En cualquier caso, esto de escribir es una guerra interior. Una batalla con el impostor que pensamos que llevamos dentro, una batalla contra tu ego, una batalla contra todo lo que te distrae de poder avanzar.
Afortunadamente llevar cerca a un profesional como Curro Royo ayuda muchísimo a la hora de tomar decisiones. Porque realmente la toma de decisiones es donde los guionistas podemos entrar en una verdadera crisis, especialmente cuando escribimos solos.
Luego hay que dar voz a esos personajes. En esto hay tantas escuelas como guionistas. Desde los dialoguistas clásicos, donde cada línea es un alarde de ingenio, hasta los que se niegan a poner frases tan meditadas en la boca de sus personajes. Unos buscan una poesía, en ocasiones ciertamente teatral, en cada línea y otros tratan de buscar una realidad que difícilmente puede ponerse en pantalla. Yo soy de los que buscan un punto medio. Algo que no suene excesivamente elaborado, pero que tampoco resulte demasiado vulgar. En cualquier caso, el subtexto debe prevalecer siempre que sea natural… Y digo siempre que sea natural, porque los anglosajones son mucho más dados a no decir las cosas directamente, mientras que los latinos vamos mucho más al grano. Por eso nuevamente hay que buscar un equilibrio, un punto medio.
Hoy he acabado la primera versión del piloto de “Gregarias”. Tengo algunos miedos, como por ejemplo que todo sea excesivamente evidente y explicito, que el backstory de los personajes no transpire suficientemente en los detalles, y que quizás no esté aportando nada brillante y significativo para que la serie sea realmente sobresaliente. Lo positivo es que he conseguido escribirlo en poco más de dos meses y que tengo aún mucho tiempo y sobre todo margen de mejora.
Ahora toca descansar, y volver a retomar el proyecto dentro de cuatro semanas con ideas nuevas. Tomar distancia es siempre una receta maravillosa para poder ver el guion de otra manera.