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Ya sentado en la fila 34 del vuelo que me lleva de vuelta a casa empiezo a reflexionar sobre lo sucedido en la primera semana de isLABentura. Toda la semana ha sido una montaña rusa de emociones: conocer a los demás participantes, junto a sus increíbles historias, así como a los tutores y todo el equipo de isLABentura y Canary Islands Film ha sido el chute de energía que necesitaba para encarar la segunda mitad del año.

La estancia en Tenerife durante los dos primeros días fue increíble, pero de lo que realmente teníamos ganas todos los guionistas era llegar a nuestras islas, sumergirnos en el barro de nuestras historias y empaparnos de las impresionantes localizaciones que tenemos en nuestra tierra.

Lanzarote, como de costumbre, no defraudó. Sobrevolando la isla uno podía ver la inmensidad de la obra de Manrique, un hombre que reimaginó su isla y que hoy, pese a todo, sigue siendo una realidad palpable. Al llegar al hotel, lo primero que hicimos mi tutor, Curro Royo, y yo, antes incluso de deshacer la maleta, fue deshacer (o mejor dicho, descuartizar) mi historia: analizar lo que sucedía, qué cosas del planteamiento inicial podíamos añadir y cuáles quitar, vamos, lo que viene siendo entrar en el meollo de Datana. 

Luego de esta labor que, como guionista, hace que te abras en canal, me fui a recorrer los rincones donde los protagonistas, sobre los que hoy escribo, vivieron sus vidas y libraron sus batallas: Famara y Teguise. Allí pude hablar con Paco Hernández, cronista oficial de la Villa de Teguise y con Maruchi, del archivo histórico. Pudimos hablar de la princesa Teguise, quien da nombre al actual pueblo, su padre, el rey Guadarfía y de las relaciones entre conquistadores y conquistados, así como de la festividad carnavalera de “Los Diabletes” y su relación con la cultura aborigen de la isla en los primeros años de la conquista normanda. Toda una mina de oro que ahora me servirá para poder desarrollar la historia.

Al día siguiente fui a conocer el yacimiento del Rubicón y Zonzamas, allí pude hablar con Esteban, responsable de la empresa Tibicena en el lugar. Me abrió las puertas de la casa, pero no la suya, sino la de los mahos, los aborígenes de Lanzarote que vivieron entre esas piedras. Charlamos y pude ver in situ su modus vivendi, y la forma en la que se relacionaban con su entorno. Esteban y yo hablamos también sobre las certezas y dudas que tienen los arqueólogos sobre aquellos hombres y mujeres provenientes del norte de África que poblaron nuestras islas durante más de un milenio.

Desde que me empecé a documentar pensaba que había estado resolviendo muchas cuestiones, pero al estar en el terreno y hablar con los expertos, hizo que ahora tuviera más preguntas que respuestas que llenan mi cabeza de pensamientos intrusivos: ¿dónde enterraban sus muertos si no hay rastro de ellos?, ¿se organizaban realmente en sociedades jerárquicas?, ¿por qué no vivieron de manera continuada en una misma población?, ¿cómo fue la vida de la princesa antes de la llegada de los conquistadores?… Cuestiones que a partir de ahora tendremos que resolver gracias a la imaginación.

El avión está aproximándose a destino y nos obligan a cerrar la mesilla desde la que escribo este artículo. En julio les contaré cómo va la primera fase de la escritura.

 ¡Hasta pronto!