Se acercaba ya la fecha final, en la cabeza de mi pareja y en la mía, resonaba el tic-tac de un reloj que iba cuenta atrás hasta la fecha de entrega del guion literario.
Habíamos sudado bastante para escribir las versiones de nuestro proyecto, estrujando los escasos ratos libres de los que disponíamos. Mientras dormía a nuestra hija en sus paseos matutinos, escribía sentado en un banco a la sombra de un árbol. Luego iba a trabajar, y cuando llegaba a casa, después de la cena, pulía los detalles con mi pareja. Eso los días que no estudiaba, porque cuándo tenía que trabajar por la mañana y estudiar a la tarde, escribía en el trayecto del tren, al menos ahí no había que buscar sombra.
Después de varias semanas escribiendo sin parar y las correcciones con nuestra tutora, ya solo quedaba corregir últimos detalles.
Pero cada vez que releíamos el documento nos surgían dudas, y pensábamos en cambiar esto y lo otro. Además, para colmo ambos estábamos empezando a tener una gripe, contagiados por nuestra hija que empezaba en la guardería.
Nos encontrábamos en el día antes de la entrega final, una fecha que parecía muy lejana en el momento que empezamos esta aventura, pero que ya estaba a punto de abalanzarse contra nosotros. Dejando a un lado nuestros dolores de cabeza y mucosidades, releímos el guion por enésima vez, realizamos unos cambios y volvimos a releer. Después de pulir los detalles que creíamos necesarios, decidimos que ya teníamos la versión que nos gustaba. Por fin habíamos acabado con esa versión final. Sentimos un gran alivio al subir el archivo, aunque sabíamos que esto era solo el comienzo.
Con esta etapa ya finalizada, esperamos con ansías enfrentarnos a los siguientes desafíos para acabar plasmando nuestro proyecto, seguimos en la carrera de fondo.