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Llego a casa después de pasar la mañana en Correos. El día a día del escritor que se presenta a convocatorias. Escribo a Laura J., guionista con la que colaboro en otro proyecto: “Por la hora que es, seguro que hay catorce personas muy felices de haber sido seleccionadas en IsLABentura”. Mi cabeza, dada a los protocolos imaginarios, determina que han tenido que avisar a los escogidos con varios días de antelación para poder hacerlo público hoy. En fin. Pues a superarlo. A otra cosa, mariposa. A seguir preparando convocatorias, a intentar suerte en otras residencias, a buscar otros programas de desarrollo de guion… La vida sigue. ¿No?

“Alejandro Laboratorio SGAE” habla por el grupo de Whatsapp: “Veo que hay gente en IsLABentura”. Efectivamente, nos hemos presentado y nos hemos comido una mierda. Y, entonces, Laura J. me manda la lista de los seleccionados. Ahí estamos. Los tres. Lloros. Llamadas. Lexatines. Ay, mi madre. ¡Eso! Mi madre. Tengo que avisarla. Está hablando con mi abuela por teléfono. Mi abuela llora. Mi madre llora. Yo lloro. Una verticalidad del lloro sincrónica y atávica.

María José, sin saber el ambiente lorquiano que reinaba en casa, me llama para comunicarme la buena nueva. Mi encefalograma aún sigue plano. Oigo cosas como… Enhorabuena… Jordi Calafí… Tutor… Trabajar… Cuanto antes…. Hostia, recuerdo de golpe que me han seleccionado porque tengo que escribir una serie. Me río yo de los que dicen que IsLABentura son unas vacaciones. Allí estaba, unas horas después de saberme seleccionado, recibiendo los primeros comentarios de mi tutor y concretando una cita para vernos al día siguiente.

Y utilizo la palabra “cita” a conciencia. No solo porque esté escribiendo una comedia romántica, sino porque estaba en la Plaza de Cascorro como el que espera la llegada de su pretendiente de una cita a ciegas. Afortunadamente la tutoría fue un éxito. Jordi es un lujo de tutor que ha entendido lo que quiero contar a la perfección y en esa primera sesión me ayudó a orientar los pasos de cara a la fase de documentación. De este modo, volví a casa para planificar los lugares, personalidades y ambientes que quería descubrir durante mi viaje a Gran Canaria.

Menos mal que aparecieron Nuria Guinnot y Yamiley Mendoza, responsables de Gran Canaria Film Commission y las mejores Reinas Magas que un guionista puede tener. ¿Que necesitas ir a Maspalomas? Pues te ponemos un hotel con acceso directo al Yumbo. ¿Que quieres entrevistar a drag queens? Pues aquí tienes un listado de las más conocidas en la isla. Pide y se te concederá.

Quiero hacer aquí un breve inciso. Mi serie, La guía, se ambienta en el momento histórico en el que Gran Canaria, y en concreto Maspalomas, se convirtió en la cuna del turismo gay. Y yo ya me estaba empezando a sentir fatal porque en mi agenda solo había visitas a shows de travestis, bares de ambiente, dunas para hacer cruising… Verás como se den cuenta y me expulsen del laboratorio.

Pero allá que cogí el avión a Las Palmas con mi mayor cara de sinvergüenza a conocer al resto de compañeros. Querría dedicarles unas líneas compartiendo al mundo lo talentosos y maravillosos que son, pero me he prometido no llorar hasta el último día. Solo diré que todos se merecen un aplauso.

Tras un estupendo fam trip por Gran Canaria, y un aperitivo de lo que me encontraría en Maspalomas, el resto de compañeros volaron a sus islas. Al día siguiente empezaba la excitante fase de documentaciónDurante el miércoles estuve en Las Palmas de Gran Canaria. Allí pude tomar un café con Pepa Luzardo, ex – alcaldesa de Las Palmas que en el año 1998 fue pionera llevando a la ciudad la Gala Drag. Seguidamente, pude reunirme con Saro Arencibia, responsable del Patronato de Turismo de Gran Canaria, que amabilísimamente me atendió para charlar sobre el origen del turismo gay en la isla, así como de los principales eventos y actividades que se desarrollan. El grupo de Whatsapp de IsLABentura vibraba: mis compañeros estaban recorriendo cuevas enigmáticas, playas paradisíacas… Y ahí estábamos Saro y un servidor viendo chulazos de la Guía Spartacus. Tampoco voy a quejarme, la verdad.

Por la tarde, me acerqué al Centro Comercial Las Arenas, para tomar un refresco con Momi Chou, una drag queen que trabajó de camarero en el Maspalomas de los ochenta. Fue realmente emocionante poder hablar de tú a tú con un testimonio vivo de la época: de cómo hablaban con los extranjeros usando letras de canciones en inglés, de cómo se generaban relaciones fugaces que intentaban mantenerse por carta…

Aunque aprendí mucho ese día y extraje anécdotas genuinas para incluir en la trama, sentía que mi labor de documentación no estaba dando los frutos necesarios. La Guía se ambienta en los ochenta, durante el azote del SIDA, y nadie era capaz de hablarme abiertamente sobre cómo afectó la pandemia en la isla. Algunos me decían que fue inexistente, otros que el espíritu festivo y diverso no se empañó por la enfermedad. Pero sentía que me perdía algo.

Con este objetivo cogí al día siguiente la guagua para bajar a Maspalomas. Es tremendamente impactante ver cómo se hace tangible un lugar sobre el que has pasado tanto tiempo proyectando y bocetando ideas. Allí estaba el Yumbo: encapsulado en esa belleza kitsch propia de los ochenta, dormido con la promesa de despertarse esa noche radiante.

La reunión del día anterior con Saro me facilitó una serie de contactos a los que pude entrevistar en Maspalomas: Agustín Méndez, secretario de la comunidad de propietarios del Yumbo desde su apertura en 1982; Jaime Baelo, director de los bungalows nudistas “Los Almendros”; Pedro Franco Domínguez, divulgador de la historia de Maspalomas; y Fidel Rodríguez, dueño del local Chez Funny Boys. Gracias a ellos pude hacerme una idea fidedigna de cómo era la ciudad en la época y de qué manera despertó con la llegada del turismo gay. Además, fue gratamente revelador que algunos de ellos me pudieran confirmar que el SIDA asoló esa parte de la isla de una manera cruel y voraz, confesándome que no muchos se atreverían a decirlo por vergüenza y tabú. Cualquiera se iba ahora al Yumbo después de esa revelación.

Pero me armé de valor, bajé Grindr y busqué un guía de confianza. Contacté con chico vasco que me hizo el perfecto tour por el Yumbo. Y hasta aquí puedo leer. Porque lo que pasa en el Yumbo, se queda en el Yumbo. Lo único que puedo compartir es que aquella noche en Maspalomas supuso para mi mente de guionista joven e inexperto que aún vive con sus padres un viaje de autoconocimiento personal. Sí, entré a un cuarto oscuro, que todo lo queréis saber… Gracias, IsLABentura, por esa noche para el recuerdo que contaré a mis nietos cuando sea viejito.

 

 

Al día siguiente había que despedirse de Maspalomas, del vasco y de mi inocencia perdida…. Pero solo para encontrar en Las Palmas un premio aún más suculento si cabe: una cena con Guillem Clua, Luis Alcázar y Marta Buchaca. Ah, y el reencuentro con mis compañeros y esas cosas.

 

Tras una jornada dedicada a las sinergias entre el cine, la televisión y el teatro, con talleres y ponencias excepcionales, tocaba cerrar la Semana de Bienvenida de IsLABentura como se merecía: en la fiesta de clausura del Festival de Cine de Las Palmas. Entre cantos y bailoteos, los islabentureros nos convertimos en esos niños que pasan una semana en un campamento de verano y olvidan que existe un mundo exterior con obligaciones y responsabilidades. Pero la vuelta a Madrid tuvo que llegar, y con ella un mundo árido en el que no eres protaguionista. Sin buffet libre en el desayuno, sin papas arrugás con mojo, sin cenas con Guillem Clua… El regreso al día a día en Correos y a la guerrilla del escritor de convocatorias.

Pero en el horizonte está Tenerife. Y una serie que escribir.