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Primero, el final del comienzo. El sprint hacia un guion con asesoría de diamante para llegar a una nueva versión de PERRO VIEJO’ que ya respira.

Con diálogos y personajes de carne y hueso, escurridizos hasta hace poco. Ahora con cara y ojos. Con su contexto único en La Gomera, con su arco, sus cambios vitales y con “ese no sé qué, que qué sé yo” que te susurra: Por ahí va, por ahí. Esa es tu película.

Parece que el verano ha decido frenar su despedida para esperarme. Para que termine frente al mar mi guion. Al releerlo, noto en la piel y en la arena que ya cobra vida. Que gana el espesor adecuado. Uno que tiene que ver con los sueños y con los cuentos para superar realidades horribles.

Porque se ha cocinado con mimo pero con ímpetu. En solo meses; pero qué meses, Ana, querida mentora. Qué mesecicos.

No es sano reescribir días y días sin apenas dormir. Eso me dicen en el hospital con mi tratamiento casi diario de la neuropatía de mi brazo bueno. El de escribir y el de dibujar; mis dos armas de cuenta cuentos.

Pues lo escribo con la voz si hace falta, les digo. Que no es sano ese ritmo, me replican. Pero qué gozada poder terminar satisfecho y entregar un guion que te representa.

Y en el hospital se encogen de hombros entre un “tú sabrás” y un “qué locos pero que enamorados de lo suyo están esta gente del cine”. Y en casa, Usha me mira, como diciendo: Si yo te entiendo. Pero cuídate.

Es que, qué gusto sentir que, por fin, empiezas a estar preparado y consciente del universo narrativo que tienes entre manos para defender su forma y su fondo. Sobre todo cuando, ya reescrito de nuevo el guion, toca diseñar un dossier real del largometraje.

Uno que mantenga la esencia y que transmita con fidelidad cuál es mi película. Para empezar el camino de hacer realidad la historia; que parezca ya rodada en mi cabeza y rodable a los ojos de los que tanto rodaron y de los que quieren seguir produciendo cine.

La magia del dossier: excavar, acumular, colorear, montar un puzzle de mil piezas, filtrar, sacrificar, seleccionar…Sentir que diseñas una arquitectura cinematográfica en un retrato visual concentrado. Un relato expresivo y sincero que condensa toda una película en unas pocas líneas, composiciones y páginas para saborear una tapita del guion. El aperitivo sin trampa ni cartón.

Ese es el dossier que hallo tras la búsqueda del punto exacto de tono, de color y de símbolo tras las páginas secuenciadas.

Y unos pocos días después toca ya una nueva mutación para acercarme a comunicar lo que encierra mi película. Preparar a marchas forzadas en cuanto a tiempo, pero con energías renovadas, el pitch. Con ayuda de Guillermo García-Ramos y sus frases del tipo “no me lo cuentes ni en genérico ni en bonito, Alejandro” y sus “eso es; concreto, todo eso es oro puro, Alejandro”.

Un puente desde el texto escrito al lenguaje audiovisual para dejar claro qué película es ‘PERRO VIEJO’ como drama realista que se va transformando en fábula social. Desde la tragedia a la sensación final de que todo va a ir bien, a pesar de las despedidas.

Lanzarote, familia, voy para allá; con un hijo debajo del brazo y mucho que contaros de vuestra hermana La Gomera.