Hace tres años tuve la suerte de ser uno de los ocho seleccionados en la II Edición de isLABentura La Palma, fue una alegría, una locura y una experiencia brutal. Me enamoré de La Palma, de su peculiar orografía, de sus paisajes, de su gastronomía y de su forma de entender la vida. Sin embargo, esa edición también fue un poco la bajona. El Covid todavía estaba dando guerra y sus restricciones nos impedían disfrutar al cien por cien de la experiencia. Aunque lo contrarrestamos con muchas ganas e ilusión, la lava rajó el suelo de la isla y todo se fue al garete. Nos quedamos sin la última semana de viaje, sin el último reencuentro con mis compañeros y sin el pitch físico frente a productores. Así que cuando volvió a sonar el teléfono, y María Jose me habló a otro lado, sentí una alegría increíble. Podría volver a La Palma.
Pero antes, nos encontramos en Lanzarote para empezar la primera semana de bienvenida. Una semana en la que he conocido a gente maravillosa, talentosa, con ganas de compartir y desayunar huevos Benedictinos en el hotelazo en el que nos han alojado. Sí, somos guionistas y nos cuidan mucho. Y no, este no es el título de mi proyecto de largometraje de ficción. Es la realidad. Pero sobre todo, he conocido a mi tutora, Marta Buchaca. He conectado con ella, nos hemos contado nuestras vidas y me ha ayudado mucho a pensar en mi largometraje. Y eso, ha sido lo mejor. Lo segundo mejor los huevos Benedictinos. También es la realidad.
Con todo esto, fui a documentarme a La Palma. En ese momento, sentí la extraña sensación de volver a volver. A volver a ir al mismo hotel, a volver a recorrer las mismas carreteras, a volver a ver el mismo mar, a volver a enamorarme de la isla. A volver a empezar un proyecto de ficción en La Palma, pero en este caso, este sale de lo más profundo de mí. Mi guion de largometraje se llama Contra las llamas, y es un thriller con drama social.
Ese drama viene por lo que le hizo el volcán de Tajogaite a la isla. Esa cicatriz se quedó en mí y supe que en algún momento se mezclaría con otra idea y saldría todo a la luz. O en este caso, a las páginas del Final Draft. Mi proyecto, bastante diferente a lo que suelo hacer, es la historia de una joven palmera que sufre por lo que le hizo el volcán a su casa, pero sobre todo, sufre por no poder elegir su destino. Me pongo poético, pero tampoco os voy a destripar en este momento toda la historia.
Así que empecé la documentación y hablé con Dóraly, una palmera que sabe mucho de la isla. Todo lo que me contó es oro puro, mil gracias y seguimos hablando. Gracias a ella descubrí el trabajo de mi protagonista y cómo es su vida hasta el más mínimo detalle. Y gracias al trabajo de Cristofer, de La Palma Film Commision, conocí lugares que me inspirarán muchas secuencias y momentos clave en mi historia. Al final, se trata de esto, de pisar el suelo y de acercarte a la gente. Como cuando entramos en una envasadora de plátanos para que nos explicaran cómo era ese trabajo tan duro. Nos lo explicaron con mucha amabilidad y salimos cargados de ideas, y de plátanos, por supuesto.
Al final, este laboratorio de guion es una oportunidad para ir a la raíz de las historias y empaparte de la esencia de una historia que todavía no tienes del todo clara. Porque no tener las cosas claras forma parte del proceso creativo. Es normal dudar, pensar, escribir y reescribir. Y claro, si ese proceso lo haces acompañado y tan bien cuidado es un lujo y una suerte.