
Todo pasó muy rápido. Y también muy despacio. Lo cierto es que desde el momento en que nos reunimos para cenar ese 13 de julio, ya no pudimos parar.
Si tú le preguntas a cualquier persona de a pie qué se imagina cuando piensa en un laboratorio de guion probablemente te responda que gente muy sesuda pensando en una habitación a medio iluminar, tal vez fumando en pipa, que hablando sobre el sentido de la vida, sobre lo humano y lo divino. Espera largas y profundas conversaciones sobre teoría del guion o de técnicas de creatividad. Si bien es verdad que durante la semana hubo mucha teoría sobre escritura o diferentes aspectos relacionados con el oficio, lo cierto es que lo que más recuerdo de esa semana fueron las risas. Una constante oleada de emoción y diversión incombustible. No hubo nadie que no tuviera un momento de reírse a pecho partido. Desde los tutores hasta los ponentes, y por supuesto, las organizadoras que viven con la carcajada en la boca.
Es maravilloso conocer a un guionista mientras escribe una historia. Porque puedes verlos a través de ellas y viceversa. Ves qué hay de cada uno en sus proyectos, qué cosas les interesan, y entiendes perfectamente por qué hacen lo que hacen. Por qué alguien puede imaginarse cuatro mamarrachas cuyo sueño es que Don Omar toque en las fiestas de su pueblo; o proyectar una familia destartalada a la que hace falta soltar en un escenario para que se reconstruyan. Un padre dirigiendo una secta de “esquizofrénicos” en una isla de la Macaronesia, una florida familia dedicada a una fotografía un poco oscura, una niña extranjera en su nueva familia o una mujer que espera que salvando a los demás pueda salvarse a sí misma. Son historias maravillosas porque las personas que las escriben lo son (y no las menciono todas porque ya voy un poco justa con el plazo de entrega).

No podía faltar una noche de verbena.
Los reencuentros siempre tienen parte de magia y de miedo. Poner a prueba lo compartido y esperar que nada desate el conflicto. Lo que estamos constantemente buscando los guionistas en nuestras historias, es lo que casi cualquiera preferiría evitar en su vida real. Afortunadamente, todo lo creado en la primera semana aún seguía ahí. Además, a nuestro grupo se unieron por momentos dos guionistas también extraordinarias que forman parte de dos de los proyectos: Rebeca e Inés.
En fin, ha pasado ya un mes desde que nos reencontramos y aún sigo con la resaca emocional. A eso se le suma el estrés y ansiedad generado por las ayudas a la escritura de guiones del ICAA, pero eso es ya otra historia.
Tras todo lo vivido (y aprendido, que fue mucho), toca seguir escribiendo. Los plazos de entrega se van acercando y los nervios están a flor de piel. De momento Teresa está muy contenta con cómo va evolucionando el guion y con cada tutoría me alienta más. Es bueno que al menos una de las dos esté tranquila. Es broma, en parte. De momento aquí la cosa sigue avanzando y mejorando.
Seguiremos informando.