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VOLVER A LAS ISLAS

De una sana obsesión nace una nueva aventura.

 

Dicen que segundas partes nunca fueron buenas. Un dicho popular que apuesta por defender la idea de que algo que se hizo bien una vez, más vale no volver a repetirlo, por si no vuelve a ser así. También se dice que al lugar donde fuiste feliz no debieras volver. Qué tontería; si a mi volver a Canarias me hace feliz, pues vuelvo.

 

Presentarse de nuevo a Islabentura suponía correr el bonito riesgo de volver a las islas que desde hace ya más de tres años forman parte de mi vida, -o al menos, yo me siento cada vez más cercana a ellas-. Mi empeño en conocer más sobre Canarias e inventar allí nuevas historias que me transporten a nuevos rincones, fue el motor que arrancó este nuevo proyecto que ahora llega por capítulos. Un proyecto de serie que, aun a riesgo de resultar una simple la comparación, estaba madurando poco a poco en mi interior desde hace tiempo, como si de un buen vino se tratase. Empezó hace unos años, no tantos en realidad, en aquel frío festival de Clermont-Ferrand, cuando probé por primera vez el Malvasía y supe de su especial forma de cultivo entre la lava. Gracias Lorena por descubrirmelo. Será porque mis raíces proceden de los viñedos o será porque simplemente busco cualquier excusa para volver a Canarias, que Malvasía empezó a tomar forma a base de notas, pequeños apuntes y recortes que poblaban poco a poco mi imaginación.

 

Fue tan especial formar parte de Islabentura en 2022 que valía la pena este esfuerzo, probar suerte por poca que fuera. Gracias a ese potencial largometraje llamado Especies distintas, he podido volver a La Gomera y sigo enamorada de cada una de sus curvas. En esta nueva aventura me toca centrarme en Lanzarote, y ahora me siento como aquella niña a la que le preguntan si quiere más a papá o a mamá

 

“De isla a isla y tiro porque me toca”

 

Una nueva islabentura empezó el pasado mes de abril cuando aterriza de una isla (Cuba) a otra (Lanzarote). Siempre vuelvo de Cuba del revés, con un regusto dulce y amargo como el ron destilado. Sin embargo, el destino es caprichoso pero me encanta jugar a su favor aunque muchas veces entre a los lugares con la cautela de si estuviera pisando uva recién cortada. No había tiempo para el jet lag, pues empecé mi aventura un día más tarde que la del resto y tenía que alcanzarles. Era cuestión de tiempo coincidir con Katia y Pablo y empezar a compartir las primeras impresiones y muchas risas. Mientras, el incombustible Néstor se convirtió en mi compañero de viaje por dos días, y pude recorrer con su mirada toda la isla, desde Playa Blanca al Mirador del Río. La ruta se centraba especialmente en conocer bodegas, el proceso de cultivo de la Malvasía, cómo se trabaja en el campo y cómo se gestiona este tipo de negocios tradicionales y familiares. También hubo tiempo para alguna que otra cata personalizada de los mejores caldos de Lanzarote, hundir los pies en el rofe (lava) y cobijarse a la fresca bajo las higueras que vigilan los viñedos a los pies de esos inmensos volcanes que pueblan Lanzarote. Los hay de color ocre y de color negro; según Néstor, que sabe mucho de esto, los rojizos son los más antiguos y su favorito es el Volcán de la Corona.

 

Conducir en Lanzarote es una de las experiencias más placenteras que he vivido, pero una de las sensaciones más especiales que sentí aquellos días en la isla fue la de poder entrar dentro de mi propia historia. Por momentos, Néstor se convertía en Jonay, ese periodista curioso y amante de la geografía volcánica que intenta impresionar a la pragmática Vic con sus útiles conocimientos de la isla. Pude conocer a quien sería Manuel y su cuadrilla de vendimiadores, a esos incansables trabajadores que hacen del cultivo de la vid todo un arte inmaterial. También me topé con algún empresario que bien podría ser Diego, lo que me permite empezar a perfilar las luces y las sombras de este antagonista tan complejo. Quizá de nuevo yo sea también mi propio personaje. Evidentemente yo sería Vic, la goda recién llegada a la isla, aunque en mi caso con mucho más entusiasmo y mucho menos conocimiento sobre bioquímica. Me faltó, eso sí, encontrar a Ximena, la verdadera protagonista de esta historia, la mujer que se adapta al lugar y cuida la tierra como si de verdad fuera de todos. Tal vez necesito una segunda visita a la isla. Volver para volver.