Después de la última entrada del blog la verdad es que la vida ha echado el freno. El verano ha entrado con fuerza, aunque ya se está acabando, y los ahogamientos en el mar por parte de muchachitos peninsulares en el Hierro se han quedado en el pasado. Menos mal, también te digo. Así que nada, en esas semanas con el típico calor seco y lento de Madrid he estado trabajando en el guion de Contra las llamas. O al menos, lo he intentado. Porque la vida, para un guionista autónomo, amo de casa y padre de un niño de dos años al que todavía no puedes mandar a un campamento de verano, no es fácil. O sea, sí, porque oye, trabajo de lo que me gusta, pero al estar en casa tanto tiempo nadie cae en la cuenta de que… oh, ¿estás trabajando? Pensaba que solo estabas aporreando el teclado por gusto.
Y a todo esto se juntan las oportunidades de trabajar en otra cosa, los viajes a ver a mis padres a Valencia, a ver a los amigos, a la playa y hacer paellas con los vecinos que tienen piscina. Y esto no es literatura, esto es así. Y como reza el consejo de guion: show me, don’t tell.
Resumiendo, el verano es un momento vital, al menos para mí ahora mismo, en el que me convierto en un malabarista. Y no del Circo del Sol, si no, más bien uno de esos que te piden un dinerillo por mover un diabolo en un semáforo a pleno sol. Hay que compaginarlo todo y encontrar huecos para escribir. Y si es de día mejor. Esta idea del guionista romántico escribiendo a altas horas de la noche con un vasito de vino no es real, al menos, a mí no me funciona. Prefiero dormir por la noche y escribir por el día.
Así que… ¿cómo está siendo el proceso de escritura antes de la entrega? Pues estimulante, doloroso, fácil, difícil, todo a la vez en todas partes. En este momento de la escritura en el que estoy, dialogando la escaleta que ya hemos trabajado previamente y hecha un par de reuiones, es cuando realmente se ponen en pie las cosas. Cuando empiezas a entender bien la historia que estás contando, cuando encuentras el tono que necesita tu historia. Y claro, hay días que te crees Aaron Sorkin y otros Tommy Wiseau.
En fin, pero poco a poco, se avanza. De hecho, en el trabajo en el que acabo de aterrizar hace pocas semanas (una segunda temporada de una serie importante de una plataforma que he conseguido gracias a Jorge, un compañero de isLABentura) un ayudante de dirección me contó el mayor caso de pederastia de Canarias y de España: el caso Karate. Cuando llegué a casa me puse a investigar y… guau. Era lo que me faltaba para que mi trama saliera disparada. Es la pieza clave que hace que todo se ordene y encaje. Que toda la trama tenga mucha más potencia y sentido. Gracias, Alfonso.
Por lo cual, aquí estoy manos a la obra, tecleando como un loco para llegar a tiempo al deadline de entrega, viendo referentes otra vez para ver cómo lo han hecho otros guionistas tan buenos como Aaron Guzikowski, guionista de Prisioners (2013) o Raúl Arévalo y David Pulido, guionistas de Tarde para la ira (2016). Ya voy por la mitad de la escritura, pero lo difícil ya está hecho. Llegar hasta aquí es el punto en el que ya vas cuesta abajo. Y no ha sido fácil porque haber descubierto este caso real tan tarde me ha hecho cambiar algunas cosas sobre la marcha. No es lo ideal, pero es verdad que uno ya peina canas y sabe más o menos qué tiene que ocurrir. Además, siempre me gusta tirar de mis escaletas o outlines «guarripeich», así les llamó yo, para saber dónde tengo que ir. Siempre hay que tener un mapa, si no, te perderás.
Para acabar esta entrada escrita con el prometedor fresquito del final del verano, solo tengo que decir que esto de escribir se basa en pensar mucho, darle mil vueltas a todo, de encajar piezas, de solucionar problemas, de justificar decisiones de los persoanjes para que no sean caprichosas y se vea la tramoya. Y escribir mucho, para que cuando te toque ser un malabarista estés preparado.
P.D: Y bueno, hablar mucho con tus tutores y no hacer como yo, que le acabo de mandar la mitad del guion a Marta y una nota de casi 8 minutos. Sorry.