
Me pregunto mirando la ventanilla de un avión donde se ve Fuerteventura. Por qué contamos las historias es la pregunta a la que siempre nos enfrentamos los creadores. Quizás porque te imponen responderla para presentarte a alguna convocatoria o porque necesitas encontrar motivos y sentido para seguir adelante durante años con los proyectos.
En el amor y en los proyectos siempre acabo yendo a los orígenes. Quizás porque al final, el sacrificio que con los años sigo haciendo para hacer esto, sigue estando presente cada uno de los días, y se hace cada vez más pesado con el paso del tiempo (en el audiovisual, digo). Me metí a hacer cine y series porque era (y soy) un chico tímido que encuentra en la escritura y en las imágenes el camino más directo para poder comunicarme. Nunca se me dio especialmente bien hablar en público ni con la gente. No he sido muchas veces capaz de expresar cómo me siento o lo que quiero decirle a alguien. Escribo cosas para gente que nunca llegará a leerme. Porque me ayuda a entenderme. Porque me ayuda a sobrevivir. Escribo y hago cine porque si no me moriría, así de sencillo.
Quizás una de las pocas cosas que me gustan de los estadounidenses es su mentalidad de “one shot” (un tiro, una oportunidad). Nunca he tenido plan B, ni siquiera me lo he planteado. No vengo de familia rica, ni ninguna persona a mi alrededor se dedica al cine. Mis padres, al igual que comentaba Belén Funes hace unos días en una entrevista, se endeudaron para que yo pudiera estudiar cine en Madrid y desde entonces todos mis esfuerzos han ido más por la idea de que ellos no sintieran que habían tirado el dinero que por el propio hecho de querer hacer cine. Por eso, aunque tenga la necesidad de expresarme, también tengo la necesidad de vivir de esto y hago lo que sea necesario. Y cuando he tenido planes B, al final siempre he acabo volviendo al A. Créeme lector, si apuestas por el plan A, apuéstalo todo.
Para mí el cine y la tele es mi medio de supervivencia, y contar las historias que me nacen y que, de alguna forma me atraviesan, la manera que tengo de expresarme. Y cuando alguien me cuenta su historia necesito que me embauque, que me haga sentir que a esa persona le va la vida en contar eso, y que va a arriesgar tanto o más que yo en hacerla. Y trato de ponerme ese nivel de exigencia conmigo mismo cuando trato de involucrar a los demás (sigo hablando del audiovisual).
Conozco los motivos de Sara para contar Dinamita, y creo que le corresponde a ella contarlos algún día. Y me gustaría que ella tuviera su espacio para hacerlo. Dinamita es irreverente, pero también es amor. Son muchas las sombras de Luismi, pero también es cómo tiene (tenemos) que buscar la luz para vivir a gusto en ellas. Dinamita nace del dolor. Pero hoy estamos sanando, y eso es lo importante.
Entre tu y yo: he pasado unos meses muy jodidos. De los peores de mi corta vida. Pero aquí estamos. Con ganas de volver a escribir. Con más verdad que nunca. Con más amor que antes. Redescubriendo “Dinamita” para hacerlo estallar todo.