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Hay lugares que sanan el cuerpo y otros que curan el alma. En El Hierro, en el recóndito Pozo de la Salud, donde las aguas termales han aliviado dolencias durante siglos, un grupo de guionistas nos sumergimos en una travesía distinta: una búsqueda interior en el marco del taller de guion, Islabentura.

Durante esa segunda semana, lejos del bullicio del mundo y sumidos en una convivencia que nos exigía entrega total, ocurrió algo que en los tiempos que corren se torna casi imposible: nos encerramos en una única misión, y de ese encierro brotó la magia. Porque cuando uno se entrega por completo a una tarea, comienza un proceso de transformación que va más allá de la técnica. Es entonces cuando empiezas a entender no solo a tus personajes, sino también a ti mismo.

Nos reunimos allí con la intención de limar nuestras inseguridades, de pulir nuestras ideas, de darle forma y voz a esas historias que llevábamos dentro. Y fue el tiempo el regalo más valioso que nos ofreció Islabentura. Tiempo para desmenuzar nuestros personajes, para encontrar su verdad y la nuestra. Tiempo, también, para la reflexión y la inspiración, que en la vida cotidiana se nos escapan entre los dedos.

Entre horas de taller —unas productivas, otras más reflexivas—, emergía siempre un sentimiento positivo. Aprendí tanto en las conversaciones informales como en las sesiones formales. En esas charlas alrededor de la mesa, donde los tutores compartían su experiencia, descubrí lo complejo de la industria, lo leonino del oficio, y una verdad tan vieja como el mundo: en todos nosotros habita la envidia, un deseo insatisfecho de ser el otro, de tener lo que no tenemos. Pero de esas charlas también me llevé una lección poderosa: la importancia de seguir nuestro propio camino sin mirar el plato ajeno. Porque al final, todo avanza si uno se mueve. No hay otra.

Los cursos nos dieron herramientas prácticas y también profundas. El taller de dirección de actores, en particular, me sorprendió por la mezcla de lo emocional y lo práctico. Ser director requiere algo más que imaginación; es un juego de dirección, de guiar a otros en su interpretación del mundo. Y en ese juego, todos ganamos.

A Lorena y María José, nuestras guías en esta travesía, les agradezco su alegría y su profesionalismo, su capacidad de hacer que todo funcione, incluso cuando parece que no.

Islabentura no solo nos hizo mejores guionistas, sino, quizás, mejores personas. Y en un mundo que parece moverse demasiado rápido, detenerse para entender, para crear y para ser, es un acto de auténtica valentía