
A unas horas de coger un avión para unos días de desconexión, recibo una llamada diciendo que me han seleccionado para IsLABentura. ¿Perdón? ¿Es a mí? Igual te has equivocado de número… Pero no, resulta que “No me lo creo” es parte de los 17 proyectos elegidos y yo, haciendo honor a mi título, no termino de creerlo. Sobre todo porque, aunque yo me empeñe, soy consciente de que las comedias no suelen estar muy valoradas para estas cosas. Y para sumar emoción al asunto, toda esta noticia me pilla en medio de la espera a un resultado de una prueba de guion que acababa de mandar y que, de seleccionarme, me haría incompatible el primer encuentro en Canarias. Las cosas o pasan todas a la vez, o no pasan.
Una vez asumida la realidad y rechazada por el programa donde casi entro (sigo abierta a contrataciones *guiño *guiño), me planto en Fuerteventura, primer lugar de encuentro, con la maleta petada pero sin apenas cosas de abrigo para el frío nocturno porque me pilló demasiado optimista, sin ser yo nada de eso. Pero ahí voy, con más miedo que vergüenza pensando si caeré bien, si seré capaz de estar a la altura y si estará bueno el Clipper de fresa. Y es que yo soy alguien a quien las grandes reuniones sociales le cuestan, y con desconocidos ya ni te cuento. Me hago una pequeña barrera en la que, en muchas ocasiones, puedo parecer una persona distante y fría. Tengo un amigo que dice que a mí “hay que conocerme”, pero claro, nadie está obligado a semejante cosa. Y ahí estábamos todos los compañeros, olisqueándonos los unos a los otros (metafóricamente hablando, se entiende).
Sin tiempo de relacionar caras con nombres e intentando encontrar la fórmula para meter en la maleta la cantidad de tote bags y botellas que nos habían regalado, pusimos rumbo a nuestras respectivas islas. En mi caso, La Gomera, junto a Xavi (otro compi) y Pepe Coira (nuestro tutor).
El aterrizaje fue una experiencia religiosa y a punto estuve de decirle a mis compañeros que podían comerme en caso de necesidad. Una vez recuperada del susto y de los primeros mareos provocados por sus carreteras (un running gag recurrente los días posteriores), lo primero que hago al pisar tierra firme es explorar el género gomero en el supermercado, una de mis actividades favoritas cuando salgo fuera. Descubro que tienen natillas de Tirma. Ok, aquí juegan a ser Dios and I feel fine.

El mejor logo de supermercado ever.
Al día siguiente comienza nuestro road trip gomero, con especial mención a nuestro guía, Juan Carlos, del que los juglares contaban historias increíbles que, a lo largo de los días, descubrimos que se quedaban cortas. Una suerte poder descubrir cada recoveco de la isla con esta Wikipedia andante.
Aunque eso sí, reconozco que la primera jornada fue agotadora. Curvas y más curvas, sube y baja del coche y más curvas de nuevo… y así durante más de 10 horas. Fernando Alonso no ha visto tanta curva en su vida. Al menos la banda sonora acompañaba con canciones de orquestas locales que funcionaban mejor que una caja de Biodramina (Tengo clavado en el hipotálamo eso de “La Gomera es, La Gomera La Gomera es” …). Temazos que pienso incorporar en mi serie.

“Te voy a dar un besito de delfín… en la boquita, en la boquita”
Poco nos quedó por ver de la isla. San Sebastián de la Gomera y la parte alta, Agulo, Hermigua, Vallehermoso, el Parque de Garajonay (un parque lleno de bruma donde perfectamente podría haberse grabado Jurassik Park) y Valle del Gran Rey, que me dejó enamorada. Mil fotos y muchas ideas para ubicar la comuna de frikis de mi proyecto. En mi caso, me quedo con las calles que reflejan esa cercanía de barrio de los altos de San Sebastián de la Gomera, los coloridos recovecos de Valle del Gran Rey con sus tiendas de toda la vida que aún aguantan el paso del tiempo y una zona de bancales donde, de cuando en cuando, hippies de todo el mundo acuden allí a reunirse como si fuese el Coachella. Ya visualizo yo a mi gurú Raël paseando por allí con su túnica semi-transparente.

La bruma me inspira y me pone intensa
Gracias a las conversaciones con Pepe y también con Xavi, me vinieron cosas nuevas a la cabeza. No hay nada como ver tus ideas a través de los ojos de otros para inspirarte y enriquecerlas. Y ahí estoy, doblando el calcetín de mi historia integrando cosas de lo vivido. Luego veremos qué sale, pero de momento me parece de lo más divertido.
Ha sido una semana intensa y rara, porque justo cuando empezábamos a conocernos nos cortan el rollo y no volvemos a vernos hasta julio, que suena a una eternidad. ¿Seguiremos vivos? De momento, se ha ido la luz en toda España. Igual estamos en el inicio el Apocalipsis o de la Tercera Guerra Mundial, pero aquí estoy usando parte de la poca batería que me queda para dar forma a los recuerdos antes de que se me olviden, que yo tengo muy mala memoria. Y mi ordenador poca batería. Aunque eso ya lo he dicho.