
09.45 de la mañana, metro de Madrid.
“No sabes la ilusión que me produce esta llamada”.
Las palabras que llegaban del otro lado del teléfono eran de María José, la directora de Islabentura, pero perfectamente podrían ser las mías, ya que la emoción era recíproca. Me habían seleccionado en esta edición de Islabentura y eso implicaba el inicio de siete meses de un proceso creativo incierto, pero plagado de estímulos.
Mi proyecto de largometraje se titula Días de julio y explora lo ocurrido en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria durante los tres días previos al inicio de la Guerra Civil a través de dos personajes anónimos que se ven ante la posibilidad de cambiar el rumbo de la Historia.
Volver a sumergirme en la escritura de un largometraje, bucear en un momento de la historia de Canarias que me fascina y poder surcar este viaje junto a la mejor compañía. Eran muchos los alicientes y una sola certeza: el exceso de metáforas acuáticas resultaba elocuente. Ya me estaba proyectando en Canarias.
Y así, llegó la primera semana de convivencia en Islabentura. Con una mezcla de ilusión e inquietud contenida, como ese primer día de colegio tras un largo verano, aterricé en Fuerteventura. Y allí nos encontramos tutores y tutorizados. Y por fin nos pusimos cara. Y nos contamos nuestros proyectos. Y estrechamos lazos. Y a la mañana siguiente, nos despedimos como si ya fuéramos íntimos antes de cada uno se marchase a la isla donde transcurría su historia.
Próxima parada: Gran Canaria.
“Parece que estaremos juntos en Gran Canaria”.
Esas fueron sus palabras en el primer contacto que tuve vía zoom con mi tutora antes de partir a Canarias. Yo aún no lo sabía, pero ya era doblemente afortunado. En primer lugar, porque no siempre se da la circunstancia de que puedas viajar con tu tutora a la isla donde transcurre tu historia. Y, en segundo lugar, porque mi tutora durante este proceso sería Arantxa Cuesta. Y estaba a punto de descubrir que era la persona indicada para acompañarme en este proceso.
Días de Julio es una película de época que transcurre en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria. Muchos de sus edificios y sus calles, tan bien conservadas, constituyen un auténtico plató natural por donde transitan los personajes que protagonizan esta película. Con este aliciente, Arantxa y yo decidimos pergeñar la modalidad de “tutoría en movimiento”. O, dicho de otro modo, en vez de trabajar en la película encerrados en una habitación, decidimos echarnos a la calle durante tres intensos días mientras hablábamos largo y tendido sobre cada uno de los aspectos a mejorar de la película.
La idea tampoco es que sea muy revolucionaria, pues tiene “sólo” unos 1400 años. Por entonces, Aristóteles fundó la escuela de los Peripatéticos, donde acostumbraba a dictar sus clases mientras caminaba de un sitio a otro acompañado de sus alumnos. El filósofo griego consideraba que el movimiento constante repercutía de manera favorable en la capacidad de razonamiento y, con ello, sus estudiantes aprendían con mayor facilidad. Y no seré yo quien contradiga Aristóteles. Sobre todo, porque siento que en estos primeros días de Islabentura mi película ha ido mutando sensiblemente a algo, creo, mejor de lo que pensaba en un principio.
¿No es éste, de hecho, el propósito de todo laboratorio creativo?
Generar un marco propicio para profundizar, reflexionar, replantearte lo escrito y discurrir por caminos que, hace solo unos días, apenas imaginaste.
Ya lo dijo Machado, se hace camino al andar. Aunque en su caso, no creo que estuviera pensando en puntos de giro.
¡Ah! Mi estancia en Las Palmas dio para muchas cosas más … pero eso lo dejo para la siguiente entrada. Porque este blog, por si no lo han captado aún, está escrito por un guionista, y la narrativa exige dejar la historia siempre en alto.