Skip to main content

Cuando me preguntan cómo me ha ido en la segunda semana del laboratorio de guion, siempre contesto que me he ido de “campamentos” profesionales, o sea, que fantástico. Las experiencias intensas fuera de tu territorio habitual son necesarias, alimenticias y altamente oxigenantes para el alma. Estoy en contra de la gente que alaba eso de no salir de la zona de confort, a la mierda el confort y las zonas, digo yo, que ahora mismo estoy, por circunstancias familiares (o sea mi hija quería ir a una fiesta en la otra punta de España) en una especie de balneario raro y decadente de un pueblo donde aún hay cabinas telefónicas.

Y vuelvo al principio de necesidad, imprescindible a la hora de hacer un guion. Todo lo que sobra hay que quitarlo, aunque sea llorando, y de este año eliminaría algunas cosas (histeria post-covid incluida) pero nunca ésta (a la secuencia palmera no renunciaría ni loca, aunque insistiera Marta Sánchez, gran tutora y mejor persona).

Tampoco quitaría la isla de La Palma que me pareció un sitio donde volver una y otra vez, uno de esos lugares del planeta imposibles de olvidar, tierra negra y mar azul oscuro, vegetación verde y tropical y siento el tópico, pero soy urbanita y lo vivo muy de cerca, su gente (no voy a decir nada sobre la amabilidad y la eficacia del súper equipo de organización del laboratorio para no hacer la pelota, pero es excepcional y top -muchos emoticonos aquí-).

Y vamos a lo que iba, que es el paisaje, el entorno donde transcurre la serie para mi muy importante en cualquier proyecto. En este caso, con Miguel Casamayor (coautor de Montar) queríamos un espacio agradable y exótico para huir de las ciudades (grandes acogedoras de historias milenial), de los paisajes apocalípticos (que también tenemos vistos), queríamos un lugar donde siempre te apetezca estar: el mar, la playa, un resort de los antiguos, un paisaje con palmeras y un clima benigno. Y encima, acompañados de una escritora de novela negra victoriana con carácter, y de un montón de personajes excéntricos (nos encantan).

El primer escáner lo hicimos a los personajes reales. Basándonos en sus biografías, autorizadas o no, compusimos un cuadro que nos pudiera dar juego en esta historia que no es una biopic, sino una aventura basada en algunos personajes reales, y otros al mil por mil inventados (se avisa). Buscábamos un coctel que diera juego a la aventura y propusiera de buenas a primeras conflicto y divergencias, alta humanidad, o sea contradicción, con puntos de exageración, atributos necesarios para urdir la base de una buena comedia.

Conseguido un grupo de protagonistas un poco disfuncional, de carácter fuerte y con ganas de ponerse en marcha (con niña repelente, matrimonio inglés indestructible y periodista intrépida incluidos) nos inventamos una historia que les supusiera un objetivo, una necesidad que los llevara a pasearse por la isla y comunicarse entre ellos. Eso es fácil si tienes años de experiencia en construcción de peripecia, pero siempre te lleva al punto de: ¿Y de qué va esto realmente? Porque para rodar y rodar ya se inventaron las piedras del camino, creo que los guionistas tenemos que intentar ir un poco más allá.

Así que pasamos unos días pensando por segunda vez: ¿Y de qué va esto? Hasta llegar a la conclusión de que, como siempre, sin haberlo pensado previamente, siempre estás hablando de lo que te preocupa en este momento de tu vida. A saber, que hay que aceptar lo que te viene positivamente, porque no puedes ni tiene sentido bloquearse, y que la ficción nos salva. No se puede vivir sin el espíritu de la aventura en la cabeza, y menos en épocas tan poco optimistas como este s. XXI raruno y apocalíptico.

Sabiendo quienes son nuestros protagonistas y de qué queremos hablar, nos hemos puesto a construir ese primer capítulo que nos tiene que mostrar todo lo que necesitamos para emprender la aventura. Ellos se presentan: son Agatha, la escritora bloqueada, Carlo, su estricta ayudante y mano derecha, y Rosalind, su hija, pero también Teodora y Daute, y el extraordinario y poco convencional doctor Lukas, una poeta canaria que canta, Josefina de la Torre, y una periodista de nombre exótico, pero verdadero: Rojo Reed.

Y entonces aparece un objeto extraño que… Pero eso sería un spoiler, mejor lo dejo aquí.