Después de un agosto que nos quemó como hierro caliente y nos dejó marcas y abrió heridas por las cuáles se colaron mucha data y muchas preguntas que nos hacen replantearnos ciertas cosas y reafirmar otras tantas sobre nuestra serie; pensábamos que venía una calma casi meditativa para adentrarnos en el proceso de escritura.
Pero la cosa siguió igual agitada luego de un agosto intenso en el que también nos dimos cuenta que varias de las temáticas/problemáticas sobre las cuáles estamos escribiendo así como realidades que intentamos retratar satíricamente se extienden más allá de jurisdicción canaria.
Son temas peninsulares y hasta diríamos globales. La turismofobia se esparce como un virus. El turismo depredador de masas mordió fuerte en el verano. Pasa acá en Tenerife, pasa en Barcelona, pasa en Santiago de Compostela, pasa en Sevilla y pasa hasta en Venecia.
No hemos parado de leer artículos en los diarios provinciales sobre la guerra de locales versus guiris. Pobres gringos mojados por pistolitas de agua en Catalunya o por baldazos de realidad lanzados desde un balcón sevillano donde una bandera reza «To’ ésto antes era barrio». Y todo eso alimenta nuestra historia.
Así como también la constante llegada de cayucos a nuestras costas y las respuestas de locales que se levantan de manera fascistoide, hacen que ni siquiera tengamos que imaginar cómo piensan y hablan los personajes de nuestro mundo ficticio sino que tan sólo copiando y pegando comentarios de gente real en las redes logramos condensar con acidez y crudeza un sentir general.
Hay momentos en los que uno se nutre de otras obras y artistas para crear mundos imaginarios; y luego hay otros momentos en los que basta salir a la calle, recorrer aquellas playas que no estén cerradas por invasiones de caca o tan sólo scrollear un poco para que el algoritmo nos muestre y demuestre que de lo que estamos hablando en nuestra serie es algo que pasa acá, allá y en todos lados.