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La segunda visita de IsLABentura, es la que más se parece a un laboratorio de creación… Por lo que quería en un principio compartir por aquí cómo fue esa semana de formación en más detalle, pero me pareció bastante extraño centrarme en eso, ya que no le haría justicia a lo que vivimos en esos días.

Es cierto que los talleres fueron intensos y fructíferos, diseñados particularmente para nosotras y nuestros proyectos… un lujazo. También es cierto que las comidas fueron copiosas, espectaculares y un caos hermoso de conversaciones, risas y miradas perdidas por el cansancio… Y es cierto que la tertulia de media mañana iba acompañada de todos los manjares dulces que la cocina herreña podía ofrecer.

Pero lo que me llevo grabado en el corazón es la magia. La magia contenida en el atardecer más naranja de toda mi vida, un cielo violáceo sobre un mar de nubes (y con La Palma de fondo) al que de repente atraviesa un resplandor verde, de lado a lado, y las caras sinceras y plenas de mis compis mientras devoraban los colores con la mirada. Y la magia de una luna llena, alzándose majestuoso sobre el risco, mientras que por el otro lado del acantilado descendía un mar de nubes, acompañado por el bramido de las olas. Ese fue el afortunado set y decorado en el que sucedieron nuestras conversaciones, llenas de cariño, curiosidad, anhelo y generosidad, ya que quién verdaderamente dominó esos días fue la palabra.

Y es que en El Hierro la naturaleza volvió a guiar nuestro día a día, y es dónde yo me volví a sentir en sincronía con la naturaleza… y creo firmemente que todas las historias se llevaron un trocito de la esencia vivida en la isla, la mía se lleva una escena de pánico en el mar, dónde una corriente inesperada arrastra a mi protagonista mar adentro (para más detalle, leer las entradas de mis compañeras, que dan suficientes detalles sobre “el incidente” en Tacorón).

La Palma pintada de violeta

Buscar y encontrar a Olivia Stone en El Hierro ha sido bonito, he podido releer fragmentos de su visita a la isla, y entrever en el paisaje a esta mujer a la que persigo a través del tiempo, comiendo higos frescos y secos por primera vez, y preguntándose cómo poder seguir degustando estas delicias una vez esté de vuelta a Inglaterra. Porque yo me pregunto eso mismo, cómo poder seguir disfrutando de esto cuando se acabe… para mi es inevitable pensar en el final incluso estando aún en el medio, ya que la conexión con el resto de participantes, las tutoras, talleristas y organizadoras ha sido tan brutal, tan intensa, que ya les echo de menos, cuándo aún queda tanto por andar, o más bien por escribir. Pero para el final aún falta, así que quedémonos con lo bueno.

Ahora, de nuevo en nuestras vidas, en otros sitios, con más gente y más ruido, al mirar atrás y ver y sentir todo esto desde lejos… le da un aspecto irreal, ya que es cierto que la memoria pierde viveza rápidamente y que lo bonito es efímero, como el teatro, que desaparece en el momento en el que cierras los ojos y sólo te queda el reflejo de la memoria. Y yo me quedo con la última noche y la guitarra y las voces, y el viento y el vino. Pero ¡qué afortunados somos de tener la fotografía, y poder aferrarnos a momentos que de otro modo se nos olvidarán!

O en palabras de la misma Olivia Stone: “La memoria tristemente nos engaña, y es que con el paso del tiempo, quién podría recordar las veredas y los lugares de una década anterior, si no fuese por la cámara y su lente veraz.”