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Bryan AguirreProceso Creativo

UN GUIONISTA VIENDO LA HOJA EN BLANCO: La valentía de no perecer ante la ignorancia y el ego.

EPISODIO 6.

Hola.

Hello.

Halo.

Bonjour.

Pero como mejor me queda decirlo a mí:

Holi.

Les tenía este blog abandonado, perdón, han sido días y semanas de muchísimo escribir, e incluso, ¡grabar!

Sí, así como me leen, estuve en rodaje de dos series y mi espalda sobrevivió a todo.

Bueno, en esta entrada les compartiré mi experiencia escribiendo la película y lo que llevó a que, incluso, cambiara de nombre; así que, preparen palomitas, agüita y démosle a esta aventura llamada: un guionista viendo la hoja en blanco.

Miren, no les diré que escribir es sencillo, porque no lo es, pero tampoco les diré que el proceso es igual para todo el mundo o, incluso, para cada proyecto. Cada experiencia, mente y sentido literario es diferente y está bien. Así que no se  me asare si cree que porque lleva escribiendo algo por un montón de tiempo es un fracaso, o si lo hizo en dos segundos es un éxito, porque esto no es ni una carrera, ni tampoco una competencia por saber quién lo hace mejor.

Liberemos la creatividad y démosle el tiempo que merece.

Cultivémonos como escritorxs sanxs.

Luego de la hermosa semana en El Hierro, yo tenía la misión de escribir el guion, pero no sólo eso, sino concretar con mayor certeza, el argumento y las tramas que sucederían durante la historia; estaba segurísimo de saber todo, me creía un genio de la escritura, que tenía a todos los dioses literarios iluminando mi camino, ¡que estaba en el Olimpo cinematográfico!

Y nada más incierto y ridículo que eso, haha.

O sea, fue como caer en picada desde la estratósfera hacia una islita donde lo único que me acompañaría era una guía de cómo construir una buena historia, todo con las asesorías más pacientes de David y mi desesperación inmensa de saber que, tal vez, la teoría que tanto sabía, no la aplicaba eficientemente. La verdad, mi admiración por él que me aguantó todas mis vueltas y rayes mentales mientras yo intentaba dar con lo que debía contar. O sea, imagínense a un niño en un castillo de espejos chocándose una y otra vez hasta encontrar la salida; así era yo.

Pero, luego de reescribir aproximadamente siete veces, por fin lo logré, había recibido el visto bueno de mi tutor y me dio luz verde a pasar al guion: wiiii.

Pues, haha, la verdad, fue como salir de un campo de batalla y meterme a un cementerio: un terror absoluto; y no porque me sintiera débil, sino porque ahora había un zombie respirándonos en la nuca, uno que no se detendría: el tiempo.

Como ya habíamos invertido mucho tiempo en que yo aprendiera y reaprendiera lo que sabía de escritura cinematográfica, pues ya no tendríamos tantas semanas para invertirle al guion, así que emprendimos esa aventura reconociendo que sí o sí, lo haríamos bien.

Al inicio le dimos mucha atención al acto 1 y me explicó lo esencial de este, de cómo debía construirlo para que tanto el género, como el mito y el hilo de la historia, estuvieran claro desde el inicio. Obviamente sabía de su relevancia, pero creo que fue aquí cuando profundicé aún más lo esencial que es darle cuidado a ese inicio, a esa sección de la película donde lxs espectadorxs debían conectarse con lo que verían.

Escribí.

Escribí.

Escribí.

No sólo consistía en tener el contenido idóneo y la información esencial, sino también, que estuviera bien contenido en un tiempo prudente, que no me enloqueciera con 40 páginas o más. ¡Sería extensísimo y absurdo 40 minutos atrapadx en una película que no arranca! Por lo que, con 25 páginas estaría bien.

Yo, evidentemente confiado, sabía que lo haría.

Nuevamente, haha, me humillé.

Hice un acto uno tan largo que era como una versión insufrible de mis diálogos en la ducha intentando traducir mis pensamientos y teniendo arranques creativos de “oh sí, eso podría ser genial en la peli”, pero que, a fin de cuentas, salían volando hacia todos lados porque ni pies ni cabeza tenían.

La cosa es que esto también nos tomó más tiempo del pensado, pero fue el necesario para que funcionara.

Eso sí, aún sigo aprendiendo cómo controlar esa necesidad de tirar información de más cuando no es necesario, pero bueno.

Durante el segundo y tercer acto le metimos acelerador; él inicialmente lo vio bien, pero prefirió que redactara todo de forma completa para así tener un compilado completo de apuntes y no quedarnos atrapados en mis reescrituras que a veces demoraban mil años porque ajá, visajes creativos.

Así que, como si de un trofeo y momento glorioso se tratase, envié la versión completa de la historia. ¡Me sentía triunfal, dichoso, feliz y completo!

Mis noches de desvelo, mis días pensando y repensando, mis salidas al parque con el señor perruno a ver árboles y traducir mis ideas, mis eternas charlas con mi esposo… ¡Todo había concluido ahí! ¿O no?

Pues parcialmente.

David lo consideró una buena primera versión; pero era sólo eso, un nuevo documento inicial.

Lo que debía recorrer aún era largo, como guionista, escritor y creador de esta obra; no me podía confiar, porque el tiempo no necesariamente era amigo. Aún tenía una semana para enviar correcciones antes de subirlo al Drive…

Yo, confiadísimo de que lograría aplicar todos los cambios y apuntes sugeridos, emprendí mi reescritura… Pero sí, esa semana concretaba la pre de una de las series y, al día siguiente, iniciaba rodaje.

Nuevamente, perdí.

Intenté corregir todo a la velocidad de la luz, pero la vida no me dio para tanto y, dándole retoques al primer acto, subí el guion con una sensación de impotencia, frustración y estrés. Me sentí derrotado y quería llorar, pero al menos tenía las palmaditas falsas en la espalda que me susurraban “pero lo lograste, finalizaste al menos esta versión”.

Actualmente lo agrio del asunto me persigue, pero como le aseguré a David, no significa que me he detenido, antes, he tomado el impulso suficiente para seguir y asegurarme que las futuras personas que lo vayan a leer sepan que, aunque aún tengo mucho por aprender, lo último que haré es detenerme y rendirme.

Vivo por esto.

Amo hacer esto.

Y jamás nadie me arrebatará lo que significa para mí escribir.

Así que, aunque fue tedioso e infernal en muchos momentos, me quedo con la cantidad de conocimiento que tengo hoy en día y la maravillosa experiencia de ser asesorado por alguien a quien también le apasiona lo mismo que a mí.

Creo que nunca me cansaré de estar agradecido con él por no tirar la toalla ni dejar que escribiera cualquier burrada. Eso es lo que hace que lo admire tanto y lo vea como un maestro.

Definitivamente hoy siento que soy un poquito más guionista y persona por él.

Y ya, querida persona, así fue una versión resumida y terminada a las 03:00 a.m de mi proceso de escritura de esta historia.

Nada tiene fin, nunca es un definitivo, la complacencia no debe ser cualidad en esta labor. Así que, si vos estás metido en este mundillo, ¡te aplaudo y aplaudiré siempre porque sé que, aunque queramos cerrar los ojos y que todo desaparezca, los abrimos para ver las maravillas que esperan ser escritas!

Nos vemos en la siguiente entrada y que jamás de los jamases les toque alguien que les haga sentirse inferiores; que siempre haya un David en sus vidad.

Puro lof.