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Escribir un guion es reescribir, es darse de cabeza contra la pared, es tener días buenos y días malísimos, es entender que el mundo es imperfecto e irregular, aunque la tierra sea redonda. Escribir es una actividad lenta y meticulosa que requiere que la cabeza se meta en la piel de muchos personajes para ver cómo hablan y entienden cada situación y cómo reaccionan ante ella. Es algo que culmina con una versión 1 que se transforma en v2 y a veces llega a una v9, pero que finalmente, algún día, seguramente la noche anterior a la fecha acordada, se acaba. Ya tienes el proyecto de serie acabado con guion del piloto incluido.

Y entonces, ¿Qué? Hay que buscar quien lo puede producir: ¿una plataforma?, ¿un productor?

Para meterse en la maraña industrial del cine y la televisión se requiere mucha concentración y preferentemente un abogado que te lea los contratos que te ofrecen y los interprete. De eso trataron los primeros talleres de esta segunda semana en La Palma. El primer día, en una sesión triplete de dos horas cada una, pudimos hacernos a la idea de todas las obligaciones y derechos que teníamos como autores del guion, y de lo que significaban las cláusulas de estos contratos en los que se ceden los derechos de difusión y se negocian los de transformación. Un paso más, no diré que el definitivo, para entender estos contratos que protegen la escritura y nos permiten navegar por el dificultoso mundo del derecho de autor.

Otro de los elementos con el que se enfrenta un guionista cuando acaba un guion es la necesidad de “venderlo” al productor y de hacerlo, muchas veces, encima de un escenario cual actor de stand up solo ante el micrófono. Es una actividad que se llama “piching” y suele causar terror entre la profesión, ya que el perfil más clásico de guionista es el de persona más dada a quedarse en casa que socializar. Presentarse en sociedad en un escenario hablando de lo suyo con un montón de personas mirando es lo equivalente para la mayoría a tirarse de un trampolín de cinco metros de altura convencido de que la piscina está vacía. Pero allá fuimos y con una solidaridad admirable ayudamos a los compañeros moviendo la cabeza arriba y abajo cuando se plantaban encima del escenario del Teatro Chico bajo la batuta de Carlo d’Ursi, excelente entrenador pichinguero, que intentaba subirnos la moral y darnos unas cuantas instrucciones para morir con las botas puestas. Agradecimientos mil a todo lo aprendido, que fue mucho y muy práctico, de cara a la última semana islabenturera en la que deberemos presentar nuestro trabajo en público.

Y finalmente dos sesiones más nos adentraron en el camino que vamos a emprender una vez acabado el guion: una introducción al transmedia a cargo de Pablo Lara que nos explicó todo lo que envuelve las series en redes para que éstas funcionen, otra de las salidas de los guionistas en este mundo cambiante del audiovisual, y una charla con Laura Gonzalez, representante de guionistas. Tener una representante que te vendan los proyectos es el sueño de todos los guionistas a los que nos cuestan leer contratos y tenemos pánico a los pichings. Puedo asegurar que esa tarde todo el mundo quiso ser adoptado.

Como siempre, una semana completísima en una isla fantástica La Palma a donde siempre se piensa, como en un bolero, en volver.