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Pablo BorgesProceso Creativo

HACIA EL MERIDIANO CREATIVO

Viernes 28 de marzo, 8:30 de la mañana. Llamada en el curro. Nervios, pero estoy dentro. Confirmado para isLABentura 2025. ¡Chiquita bomba! Si eres guionista ultraperiférico entenderás la importancia de este laboratorio para el creador local y cómo supone un adoquín estructural y fundamental en el camino de hacer cine en —y desde— Canarias. Desde su I edición, isLABentura es el meridiano profesional de todo aquel que quiera contar historias en un territorio tan complejo como lo es el archipiélago.

Lunes 21 de abril, 16:30 de la tarde. Sentado en la cafetería de Los Rodeos, con un cortadito y preguntándome —otra vez— a quién carajos se le ocurrió poner un aeropuerto en este lugar. Hay un denso manto de niebla que impide ver el final de la pista. Mientras apuro el cortado, saco el billete impreso y ojeo dónde está la puerta de embarque del vuelo <<NT 978>>: comienza la primera semana de documentación de isLABentura 2025. Primero, nos vamos a Fuerteventura para conocernos todos (organización, tutores y protaguionistas) y luego, cada uno se va a la isla sobre la que escribió para documentarse. En mi caso, me voy a El Hierro para documentarme en mi proyecto de largometraje de animación Murió entre las olas. Curiosidad: hasta el año 1884, el meridiano cero utilizaba de referencia a la isla de El Hierro. ¿Casualidad? No lo creo 😉

21:30 de la noche en algún restaurante de Puerto del Rosario. ¡Qué lindo reencontrarse con viejos conocidos, presentarse a nuevas caras y vacilar con el equipo de la film commission! Además, ha llegado Gianmarco Serra, mi tutor; él supervisa mi proyecto y ya pude intercambiar unas primeras palabras. Me ha regalado un libro: Mañana en la batalla piensa en mí, de Javier Marías. Con dedicatoria incluida. Me subraya que me va a servir de gran ayuda a la hora de formular mi guion. ¡Qué regalazo! Comienza isLABentura 2025 y yo no puedo estar con más ganas de empezar a teclear las primeras letras de mi historia.

Y ya estoy aquí. Bueno, estamos: Gian y yo acabamos de llegar a nuestro apartamento en La Restinga. Me encanta. Tiene vistas al muelle, a la playa y al pequeño paseo marítimo. Justo lo que necesita mi historia. La Restinga tiene algo especial, y es que es un pueblo lo suficientemente pequeño para que el vecino, sin conocerte, te salude con un <<buenos días>>, y lo suficientemente internacional para escuchar a extranjeros hablar inglés, alemán o wolof mientras disfrutan de un Malvasía en el paseo marítimo o cuando los cubren con mantas de la Cruz Roja. Paradójico.

<<¡¿Cómo que no hay lapas?!>> le digo al camarero. Bajona. Me termino decantando por unos calamares fritos. Gian me confiesa que es una de sus pasiones culinarias. Lo maridamos con un vino blanco semiseco. Es la última noche de Gian. Han sido dos días increíbles recorriendo la isla en coche mientras hablábamos de que él es más de Godard y yo de Truffaut (no me gustan los enfants terribles), de nuestra admiración por la obra de Polanski y por la defensa, a ultranza, de un cine artesanal, puro y bello, que tiende —y tiene— que escaparse de las lógicas que, a veces, impone la industria. Regresamos a nuestro apartamento y me despido de Gian. Nos damos un abrazo que ya demuestra cierta amistad. Hasta pronto, Gian, nos volveremos a ver. Estoy seguro.

Jueves 25 de abril. <<Si quieres respuesta, ve al mar>>, me decía Gian, parafraseando a otro autor del que no recuerdo el nombre. Y para allí que me fui. Mi largo habla, a grosso modo, de cómo Daniel, un escritor de poca monta, se enamora de Marina, una chica que muere ahogada en extrañas condiciones en El Hierro. Daniel decide escribir sobre ella y es en esa autoconstrucción de la psique de Marina donde se da cuenta de que se está enamorando de una persona que nunca conoció en vida.

Por eso mismo, necesitaba rincones isleños, casas de autoconstrucción pegadas a la costa, piscinas naturales, páramos, quebradas y, obviamente: mar. Me gusta filmar el mar. No sé por qué; es enigmático y bello. Supongo. Y ahí estaba, en el Pozo de Las Calcosas, un pequeño pueblo de pescadores hecho de casas tradicionales herreñas. Perfecto.  Niquelao. Escenario ideal para mi peli. Me acerco a su piscina natural y hay una marejada enfurecida que golpea contra el litoral. Me siento en un lugar prudente, tiro un par de fotos y escucho el mar a ver si me da las respuestas que Gian me prometió que me daría.

Viernes 26 de abril a las 24:36 de la noche. Suena Mi gran noche de Raphael en un karaoke típico de guiris. Ya estoy de vuelta en Fuerteventura y los protaguionistas, y parte de los tutores, se animan a subirse a la tarima. Yo, como buen amante de las barras de bar y con una timidez congénita e inextirpable, les espero con mi whisky on the rocks al estilo Sabina mientras les grabo con mi móvil. Pienso en tomarme un segundo whisky, pero sé que eso me llevaría a un tercero, y ya después del tercero no sabes qué sigue. Por eso, me recojo con mis compañeros, que mañana hay que escuchar al bueno de Olivares.

Sábado 26 de abril a las 20:30. Hemos tenido, durante la mañana y parte de la tarde, talleres para mejorar nuestro pitch de cara a la fase final de presentación de proyectos y sobre el desdibujado oficio de ser showrunner en España. Ahora, estamos cenando todo el equipo en un restaurante cerca de Caleta de Fuste. Spoiler: embostadísimo. Charlamos sobre cómo será el cine en las islas dentro de 10-20 años, de nuestros proyectos, de nuestras inseguridades y de lo ricas que estaban las croquetas de trufa del restaurante. ¡Joder, cómo estaban!

Al igual que con Gian, sentí mucha complicidad con algunos de los protaguionistas, a los que ya considero colegas. Lo mismo, con la organización de isLABentura y de la Canary Islands Film Commission. Gracias por tratarnos entre algodones y por ser nuestras “mamás” durante una semana. Casi sin pretenderlo, ya estoy en la habitación del hotel haciendo el check-in de mi vuelo de regreso a Tenerife. Esta semana se me ha pasado en un suspiro. Supongo que eso pasa cuando haces lo que amas.

Domingo 27 de abril a las 20:00. Ya estoy en mi casa, en Santa Cruz. Deshago la maleta y la resaca emocional pega tan fuerte como si hubiera llegado al tercer whisky on the rocks en aquel antro turistificado. ¡Qué semana! Me he nutrido más en seis días que en meses de trabajo ermitaño frente a la pantalla. Desde luego, estoy aprendiendo cosas que creía que no necesitaba aprender y conociendo a gente que, cuando era pibe, nunca me habría imaginado conocer. Estoy convencido de que isLABentura me dará las herramientas para superar mi meridiano creativo y trazará una línea capital que separará un antes y un después en mi vida profesional como contador de historias.