
Os dije que os hablaría de los Blanco. ¿Quién se acuerda? ¡Ha pasado media vida desde la primera entrada del blog! Media vida y una ilusión cumplida: después de cinco años luchando en ficción con mis propios proyectos, al fin, me han encargado un biopic de cuatro capítulos, con mi contrato, mi sueldo, unos plazos… En fin, que me gano la vida escribiendo lo que me invento. Me alquilo para soñar, como decía García Márquez, pero yo sin ningún talento para un Nobel.
Lo cuento porque esto llegó justo cuando pensaba que lo de los premios y los laboratorios es un aprendizaje maravilloso y un refuerzo para la autoestima impagable, pero que, al final, los proyectos arriesgados que ganan, difícilmente llegan a la pantalla. Conclusión: Así no se puede vivir.
Y, de repente, alguien me vio hace muchos meses pitcheando el guion de mi película en el primer laboratorio que gané y se quedó conmigo y ha pensado que le encajo en su nuevo proyecto. Si no hubiera pasado estos cinco años aprendiendo, empoderándome, convenciéndome de que el momento es aquí y ahora; seguramente me habría asustado mucho la propuesta. Es más, ahora que he entregado la primera versión y me han venido con los cambios, la mujer de antes habría tenido un subidón del famoso síndrome del impostor y se habría sentido incapaz. Ya no. Todo este tiempo en el que pasaban muchas cosas y parecía que, en el fondo, no ocurría nada me ha servido para estar convencida de que la primera versión que he entregado es más que correcta y de que, además, no hay ningún problema con cambiarla. Hay mil formas de contar las cosas y, si tú me pagas y la historia te gusta de otro color, yo te la pinto.
Ahora que escribo para otros aprecio la libertad de imaginar lo que me da la gana y de llegar tan lejos como quiero. Mi tutor en Islabentura, Pablo Bartolomé, mucho más sensato que yo, me recordó en nuestro último encuentro que no será fácil que me produzcan una serie sobre muertos y más si ocurren cosas tan brutales como una violación a una menor fallecida dentro de una iglesia. “Igual deberías plantearte quitar la iglesia”, dijo. Tiene razón, pero, en este momento, no. Ahora que soy libre en el mundo ideal de Islabentura, a esa niña, una virgen preciosa, muerta, la destrozarán bajo el techo de Dios porque ahí se multiplica todo por diez. “¿Y no lo cambiarías si así se produjera la serie?”, me preguntó. Probablemente sí, para qué engañarnos.
Ayer me fui a ver Sirat con todos los prejuicios del mundo. He escuchado al director, Oliver Laxe, en las entrevistas y me ha aburrido viva. En una conversación muy divertida con una de las tutoras de Islabentura coincidíamos en que, si este ser fuera un feo, no le aguantaría la chapa ni Perry. Esto es así. No nos engañemos. Pues bien, resulta que Sirat me dejó pegada a la butaca, me sacudió. La película se me enganchó en la cabeza mucho más allá del cine. El caso es que empieza con un plano larguiiiiisiiiimo de una rave en medio del desierto con un montón de punkabbestias (así les llaman los italianos a lo que aquí se dice perroflauta: “punk a bestia”, el punk con el perro) puestísimos. Tú le dices a un productor que vas a arrancar así y la respuesta normal es que aligeres el plano, que “te hagas un guion picadito, con ritmo, ya tú sabes” y lo cambias y la película no es la misma… Ese es el siguiente paso, mejor dicho, el gran paso: escribir lo que tú quieres como te apetece porque, en este caso, eres Oliver Laxe o Albert Serra o Isabel Coixet. Ese es el grandísimo objetivo. Me parece inalcanzable.
Así va el proceso creativo de “Siempreviva”, esta serie del XIX que lleva de Gran Canaria a Fuerteventura a una familia que fotografía muertos. Estamos en un momento en el que los Blanco viajan totalmente libres en su felicidad y su desgracia. Si tengo mucha suerte, ya llegará el día en que alguien que tenga mucho dinero venga a decir que los personajes que os presento tienen que cambiar. Será otra historia, pero aquí podéis ver cómo han nacido.
El padre de la familia es CRISANTO BLANCO, un hombre ceremonioso, con un punto naif, tan educado que, a veces, no sabe o no quiere reaccionar ante lo peor del mundo. Es fotógrafo y vive pensando en su trabajo. Se ha hecho famoso en toda Canarias por sus siemprevivas, las fotos con las que tus muertos pasan a ser eternos.

Crisantemo, la flor de los muertos
La madre de los Blanco es ROSA, la mujer que necesita Crisanto, una auténtica ciclogénesis explosiva. Ella es la que negocia, la que cobra, la que organiza y la que lleva la familia. Es una descarada adorable. Tiene dentro de sí todo el mundo que le falta a su marido.

Rosa, la flor entre espinas
La hija mayor es BEGOÑA, una mujer bellísima que oculta la mitad de su cara después de quemársela con el flash en una sesión de fotos. Estaba a punto de casarse embarazada, y “el incidente”, así le llama Crisanto, lo arruinó todo. Maquilla a los muertos para los posados.

Begonia, la flor de azúcar
AZUCENA es la mediana de los Blanco. Ella encendió el flash de magnesio con el que su hermana se quemó la cara y cada día, de una manera u otra, Begoña se lo recuerda. Azucena es “la fea” de la familia, pero tiene un mundo interior fascinante. Su madre, Rosa, la adora y le enseñó desde muy pequeña que, si quería que le hicieran caso al lado de su hermana, tan hermosa, lo mejor que podía hacer era llorar. Es la plañidera en los entierros.

Azucena, el lirio de la virgen
El pequeño se llama NARCISITO. En realidad, es hijo de Begoña, pero Rosa se pasó nueve meses poniéndose cojines para que todo el mundo creyera que su nieto es su hijo. Narcisito es de una curiosidad peligrosa. Siempre anda buscando niños para jugar y, aunque la alta mortalidad infantil de la época debería ponérselo difícil, tiene un don que le resulta muy práctico. Narcisito es capaz de hablar y hacer amistad con todos los niños: con los vivos y con los muertos.

Narciso, la flor de la vanidad
El familiar inesperado es BLAS, que se convierte en FLORO en cuanto comienza a viajar con los Blanco. Es el nuevo fotógrafo de la familia tras la muerte supuestamente accidental del bueno de Crisanto. Es un mirón -un voyeur si me gustara utilizar palabras extranjeras- que lleva su curiosidad a la obsesión. Es capaz de hacer auténticas barbaridades con tal de tener fotografías que le sirvan para masturbarse.

Floro o trompeta del ángel, la flor venenosa
Ya veis que las posibilidades de que esto salga alguna vez en la pantalla van disminuyendo mientras escribo. Vale, pues añadidle un primer capítulo donde muere el protagonista y luego cinco más en los que aparece un hombre negro bellísimo que casi no habla y solo sabe cantar, otro donde, como os conté, una mala bestia viola a una niña fallecida en la iglesia del pueblo, uno más donde una pareja de mujeres se suicida abrazada ante el desconcierto de sus vecinos, otro en el que Narcisito se pierde con un niño muerto en una cueva y un último capítulo donde entre todos los Blanco se cargan a Floro.
Si habéis llegado hasta aquí, contádmelo cuando nos veamos. Será que todavía hay esperanza para Siempreviva y que tenéis una paciencia tremenda, claro.
Como veis, todos en la familia Blanco tienen nombre de flor, así que voy a buscar fotos para convertir esto en un jardín, a pesar del calor.