Los viajes astrales existen y en este post te voy a dar algunos tips para hacerlos.
Este verano he descubierto que soy una de las pocas personas que se concentra después de almorzar. He intentado averiguar por qué me pasa. Normalmente la gente se divide en diurnos y nocturnos, pero yo soy la rara que se inspira con el estómago lleno. No he dado con la clave, pero lo he usado a mi favor. Y es que los viajes astrales funcionan mejor cuando la gente con la que vives está a punto de echarse una siesta.
Te voy a resumir mi verano en una lista. En ella hay puntos súper importantes que me han ayudado a viajar al pasado de mi historia. Recordemos que mi película sucede en La Graciosa en 1980. Y me dirás, «¡no es para tanto! 1980 está a la vuelta de la esquina». Eso mismo pensaba yo hasta que descubrí que en La Graciosa de 1980 no había ni electricidad. Así que, aquí te van los puntos:
– Escuchar canciones de Rocío Jurado, Raphael y Julio Iglesias mientras bailo en mi habitación. Lo mejor de escribir al mediodía es que sabes que nadie te va a interrumpir y puedes montar un show en tu cuarto. Estos tres artistas han sido las personas que me han teletransportado a 1980. Dependiendo de la escena que tuviera que escribir, ponía una u otra canción, pero ellos siempre tenían la clave. La música siempre ayuda, porque existe en todas las generaciones y te permite comprender mejor a las personas que la escuchaban.
– Hablar con mis padres para documentarme sobre sus años de juventud. Islabentura otorga mucha importancia a la documentación como base de las historias, y no es para menos. Documentarse es algo fundamental. Cuando no has vivido los años de los que trata tu película, necesitas tener personas a las que puedas preguntar que vivieron esos años con la misma edad que tienen tus personajes. Sin hacerlo conscientemente, mi protagonista comparte año de nacimiento con mi padre, por lo que cada vez que me surgía una duda, iba a él. Mis pobres padres han tenido que aguantar que los despierte de su siesta porque necesitaba saber cosas tan ínfimas como qué insultos usaban cuando se les rompía algo.
– Preguntarle a mi contacto en La Graciosa. Obviamente, como he dicho antes, La Graciosa de 1980 no era como cualquier otro sitio de España en ese mismo año. Por lo tanto, no me bastaba con tener gente que hubiese vivido en 1980. Necesitaba a alguien de La Graciosa. Una de mis amigas de Lanzarote me puso en contacto con una mujer que nació en La Graciosa y que aceptó de buena voluntad ayudarme. Pobre mía, no sabía dónde se estaba metiendo. Porque claro, cuando tienes un amigo guionista/escritor ya te acostumbras a que te pregunten cosas raras, pero cuando no lo sabes y te encuentras con varias preguntas a la semana sobre cosas en las que ni siquiera habías reparado, puede resultar chocante. Desde aquí quiero darle las gracias a Ana y a su madre, porque tienen una gran paciencia y Ana siempre me responde con cariño e incluso me manda fotos para que yo pueda tener una mejor visión.
– Whatsappear con mi grupo de “crisis existencial”. No hay nada mejor que tener un grupo de WhatsApp con otros guionistas que conocen tu historia para poder plantearles tus problemas. Ya no solo de la propia película, sino, de la vida. Porque el apoyo entre iguales es fundamental, sobre todo cuando te enfrentas solo al papel en blanco. Les doy las gracias porque me han salvado muchas veces de caer en un pozo de dudas y me han hecho recordar que en esta vida nunca estás solo, a no ser que quieras.
– Avanzar con otros proyectos. Esto parece una tontería, pero el viaje astral a tu película es mucho más eficiente cuando te das un respiro de varios días. Si te pones a hacer otras cosas, llegará un punto en el que necesitarás volver. Es como cuando te gusta alguien y quieres ver a esa persona todos los días, a todas horas, y pasar cada segundo de tu existencia a su lado. Mientras creo Tras la vela, cada vez que me despierto deseo que llegue la hora de poder sentarme a escribir. Porque cuando ya estás dialogando y ves crecer a tus personajes, que han estado contigo tanto tiempo, es una sensación increíble.
– Ducharme para que se me ocurra una idea. Este punto tiene bastante conexión con el anterior, pero a corto plazo. Por ejemplo, si estás bloqueado con una trama o necesitas una idea para poder avanzar, lo mejor que puedes hacer es PARAR. Haz cualquier otra cosa. En mi caso, yo me doy una ducha de agua caliente. No sé cómo, pero mi mente se vacía y, de repente, BOOM. A veces he tenido que salir corriendo para coger el móvil, con las manos mojadas, y apuntar lo que se me ha ocurrido. Otras veces, cuando termino en el baño, salgo rápidamente a la habitación, abor el ordenador y mis dedos van solos.
– Escuchar canciones de misa. Creo que no he escuchado tantas canciones de misa y leído tantos rezos en toda mi vida. Tenemos gente que vivió su juventud en 1980, gente que vivió en La Graciosa, pero un tema esencial en Tras la vela es la parte religiosa. Lo primero que hice fue hablar con un conocido que había sido sacerdote y me pudo hablar de muchas cosas sin tapujos. Y lo segundo, como yo conecto mucho con la música, creé una lista con canciones de iglesia que siempre me habían gustado y descubrí algunas canciones actuales que encajaban con el personaje.
Y ahora te toca a ti. Calienta los motores y embárcate en tu propio “ABentura”.
**Por cierto, mención especial a mi tutor, David Muñoz, que es un crack y está siendo un guía espectacular en este viaje astral al interior de mi historia.