
Cuatro días antes de coger el vuelo a las Islas, me caí y me hice una herida inmensa en la rodilla. Esta vez mi preocupación no iba a ser la plancha -véase mi primer post del proceso creativo-, sino el escozor continuo y el hecho de que, si ya de por sí tengo aspecto de niña asustada que se va de campamento, la herida hacía que esa imagen se multiplicara por mil.
A El Hierro llegué con una herida en la rodilla, con el estrés por las nubes, con una notificación en mi aplicación menstrual de que la regla me iba a bajar en 3 días y con el recuerdo de la frase que Arima me dijo sobre esta isla.
Lxs participantes tenemos reservado este blog para hablar sobre el proceso creativo. Huelga decir que, durante la semana de formación, mi serie se ha visto agitada y fortalecida gracias a las lecciones de Joaquín -con su clase magistral, cuidadísima y profunda de guion-, de Pepe -una enciclopedia andante del cine y la televisión- y de Natalia -alguien que es capaz de hacer que te empapes de su entusiasmo por la dirección y la actuación sin miedos-.
Sin embargo, lo que más he apreciado de los talleres ha sido la sensibilidad de los que los han impartido y la forma en la que eso, no sólo ha ayudado a mi proyecto de forma práctica, sino que también ha puesto en valor que el guion, más allá de con teclas y estructuras, se configura con las preciosas metáforas de Joaquín, la atención a los detalles inesperados de Pepe y la pasión de Natalia.
A El Hierro llegué con una herida en la rodilla cubierta por una enorme costra que parecía que nunca iba a desaparecer.

¿Cómo no va a ser mágico un sitio así?
Para escribir hay que vivir. Eso es algo importantísimo que nunca debéis olvidar. Todo proceso creativo conlleva también un proceso de aprendizaje y, para atravesarlo, lo más recomendable es que busquéis unos buenos compis de viaje. Yo he tenido la fortuna de haber vivido la semana de formación con personas increíbles que me han hecho sentir acogida, respetada, cuidada y segura para poder romper a llorar en mi segundo día del ciclo menstrual ante una actuación digna de Goya de Marga y Álex -Penélope y Bardem WHO?-. Estar en un espacio que te permite mostrarte vulnerable y vivir un momento Virgen de la Macarena es guay -lo cual no quiere decir que lo hagáis en vuestros puestos de trabajo, amigas. Nunca deberías llorar en el trabajo. Abajo el capital, arriba IsLABentura💋✊-.
A El Hierro llegué con una herida en la rodilla y al tercer día dejó de estar tirante y de escocer.
Además de en los talleres, también pude disfrutar de mis compis en las excursiones -la platanera y la lucha canaria: mis nuevas obsesiones, porque yo soy mucho de obsesiones y ahora sólo puedo pensar en remangarme los shorts y tirar al suelo a cualquier forma de vida que se me ponga por delante- y en lo que parecieron 200 comidas diarias; porque a Islabentura se va a aprender, pero también a comer. Así descubrí que lo concreto siempre emociona más que lo genérico y que el barraquito es, posiblemente, uno de los mejores inventos del ser humano -o del demonio si sufres de diabetes-.
A El Hierro llegué con una herida en la rodilla y al cuarto día la costra empezó a resquebrajarse y a deslizarse por el desagüe.

Gatito, te echo de menos.
En la isla constaté de nuevo la suerte que tengo con mi tutora Diana, alguien que ha entendido el proyecto desde el principio y que no deja de aportarle/me cosas inteligentes, acertadas y divertidísimas. En esta ocasión tuve además una tutoría conjunta con Jorge y siento que esas horas compartidas fueron ultra provechosas y claves para construir una segunda versión de escaleta mucho más sólida.
Las tres cosas que más disfruté haciendo junto al mar fueron: esa tutoría, las noches de conversaciones con mis compis -y con los pescadores- y mis momentos románticos con Pumuky, el gato más golfo de El Hierro y con el que tuve un affaire veraniego a lo Sandy y Danny en ‘Grease’. Gatito, te quiero aunque tienes toda la pinta de no pasarle la pensión a tus doscientas cincuenta y ocho crías de veintitrés madres diferentes.
A El Hierro llegué con una herida en la rodilla y el agua del balneario la curó.
Cuando la herida de la rodilla dejó de escocer, ya no le prestaba tanta atención y mientras me duchaba el último día después de haberme dado un baño en el jacuzzi -este momento lo cuento sólo y exclusivamente para dar envidia, permitídmelo- me di cuenta de que quedaban solo dos pedacitos de costra rodeados por un círculo de piel rosita y un moratón que, aunque me recordaba que hace una semana y poco me había caído delante de un grupo de adolescentes, al menos el golpe ahora tenía un color morado unificado y chulísimo.
Lo que me dijo Arima la primera semana de IsLABentura sobre El Hierro es que es una isla con una energía especial. Yo, que soy muy mística y crédula, entré en esa narrativa al momento. Después de haber pasado una semana allí os lo puedo asegurar. El Hierro me ha ayudado a corroborar que para mí la escritura es ternura. Pero eso no lo ha hecho la isla solita, sino también un grupo de compañerxs en los que he conseguido encontrarla, sentirla y admirarla.
Gracias chicxs porque para mí lo más punk que existe en la vida es la ternura y vosotrxs, esa semana, me regalasteis una gira enterita de los Sex Pistols.
A El Hierro llegué con una herida en la rodilla y el último día había desaparecido.
*** No puedo acabar el post sin dar las gracias a lxs empleadxs del Balneario Pozo de la Salud y a toda la gente que nos ha cuidado esta semana en El Hierro. Gracias al Cabildo, la Film Comission, Rubén el guía que tendrá las mejores historias que contar a sus compañeros y MercaHierro -send quesadillas, please-. Gracias a MUAK por haber capturado las imágenes más dramáticas, trepidantes y divertidas y, por supuestísimo, a Lorena y María José porque con ellas sentimos que todo es posible.
¡Nos vemos en Tenerife! -espero que sin plancha, heridas ni costras supurantes-.